Una escena de La flor de la jacaranda, versión ucraniana de Los árboles mueren de pie, de Alejandro Casona, que se representa en el Teatro Lesya Ukrainka de Kiev
La guerra de Ucrania va camino de su
segundo año sin que se vislumbren perspectivas de desenlace. Guerra de
movimientos, de trincheras y de ataques sorpresa en escenarios distantes. Decenas
de miles de muertos, sobre todo rusos, y pocos avances sobre el terreno. Guerra
de drones y bombardeos indiscriminados.
La invasión, y anexión de facto, de Nagorno Karabaj por las tropas azeríes en septiembre de 2023 pone abruptamente fin a un conflicto prolongado durante más de tres décadas.
Estatua de Kim Il-Sung, Corea del Norte (Foto: calflier001, CC BY-SA 2.0)
El 26 de julio se cumplieron 70 años del armisticio de la guerra de Corea que consagró la división del país tras tres años de conflicto. En los medios occidentales este aniversario no ha despertado demasiado interés.
La mayoría de los analistas de la guerra de Ucrania, y en general todos los que estudian la situación actual de Rusia, están obligados a hacer uso de un notable conocimiento de la historia. Esto puede hacer que se sientan tentados de hacer predicciones por medio de ella, pero los paralelismos nunca han servido para hacer futurología. La historia suele caracterizarse por lo inesperado.
Se cumplen 25 años de los Acuerdos del Viernes Santo (10 de abril de 1998) que pusieron fin a esa guerra civil no declarada que fue el conflicto de Irlanda del norte, particularmente intenso en las décadas de 1970 y 1980. Al aniversario se le ha querido dar cierta significación con la visita del presidente Joe Biden a Irlanda, en paralelo a la llegada a la isla del matrimonio Clinton, que jugó un destacado papel en dicho acuerdo.