Una paz imperfecta para el Ulster

CC Diego Sideburns

Se cumplen 25 años de los Acuerdos del Viernes Santo (10 de abril de 1998) que pusieron fin a esa guerra civil no declarada que fue el conflicto de Irlanda del norte, particularmente intenso en las décadas de 1970 y 1980. Al aniversario se le ha querido dar cierta significación con la visita del presidente Joe Biden a Irlanda, en paralelo a la llegada a la isla del matrimonio Clinton, que jugó un destacado papel en dicho acuerdo.

Este aniversario no se puede desvincular del Brexit y sus consecuencias. El resultado del Brexit, pese a que el 56% del electorado del Ulster votó en contra, sirvió, sin embargo, para acentuar el enfrentamiento político entre el Partido Unionista Demócrata (DUP) y el Sinn Fein, partidario de la reunificación con la república de Irlanda. Los unionistas son, lógicamente, un partido antieuropeísta, y no aceptaron el Protocolo de Irlanda del norte, suscrito entre Gran Bretaña y la UE, que mantenía de facto al Ulster en el mercado único europeo. Boris Johnson, como primer ministro, no ocultaba su voluntad de no respetar el Protocolo.

Por el contrario, Rishi Sunak, el actual jefe de gobierno, en su deseo de flexibilizar los controles aduaneros entre Gran Bretaña y el Ulster, estableció una negociación que ha desembocado en el Protocolo de Windsor, por el que se sigue aplicando la legislación comunitaria, aunque, en contrapartida, la Asamblea de Irlanda del norte podría “vetar” las decisiones que afectaran a la región del Ulster. Con todo, en la práctica, la última palabra la seguirá teniendo el Tribunal de Justicia de la UE, y eso es algo que no aceptan los unionistas. Esta situación afecta a los Acuerdos, pues el DUP, el segundo partido más votado, con 25 escaños, en las elecciones de mayo de 2022, seguirá obstaculizando la formación de un gobierno en el que unionistas y el Sinn Fein tienen que estar presentes, tal y como establecen los Acuerdos.

En realidad, el DUP ha sido incapaz de soportar que los nacionalistas irlandeses fueran el partido más votado y obtuvieran 27 diputados. Los unionistas tendrán que pensárselo dos veces para evitar que se repitan unas elecciones en las que difícilmente volverían a alcanzar el primer puesto. Por lo demás, la demografía tampoco les ayuda en el Ulster, pues el número de habitantes católicos (45,7%) supera al de protestantes (43,8%), aunque no todos los votantes ejercen su derecho según su confesión religiosa. El centrista Partido de la Alianza del Ulster obtuvo 17 escaños en las elecciones del año pasado. En cualquier caso, son preferibles las desavenencias políticas a una situación de violencia que a lo largo de los años se cobró la vida de más de 3.500 personas.

Los Acuerdos del Viernes Santo fueron, sin duda, imperfectos, pero han servido para hacer despegar económica y socialmente a un territorio carcomido por la violencia y el odio sectario. Los resultados de los referendos de mayo de 1998 en el Ulster e Irlanda fueron el indicativo del cansancio de la población ante tantas décadas de violencia. En el Ulster el voto afirmativo fue del 71%, mientras que en Irlanda se superó el 94%.

La ciudad de Belfast ha recuperado un dinamismo económico y social que la hace equiparable a otras ciudades europeas, pero la brecha social entre las comunidades católicas y protestantes no ha desaparecido. Los llamados muros de la paz, que separan los respectivos barrios de la ciudad, están para recordarnos que no es fácil cambiar la mentalidad de unas sociedades enfrentadas secularmente por motivos más políticos que religiosos, aunque la religión fuera el principal componente identitario.

En otras circunstancias, sería la educación un instrumento para romper la brecha, pero lo cierto es que solo el 7% de los escolares del Ulster acuden a escuelas integradas. De ahí que la división persista y la demografía no servirá para corregirla tan fácilmente como algunos creen. La población unionista es una minoría mayoritaria y obstaculizará la organización un referéndum para la reunificación con Irlanda, aunque el Sinn Fein llegue a entrar en el gobierno de Dublín en las próximas elecciones de 2024, con todo lo que eso supondría de caja de resonancia para la formación nacionalista.


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