Una noticia sorprendente e inesperada, pero juzgada no lo suficientemente importante para encabezar los titulares de muchos medios de comunicación: Irán y Arabia Saudí han restablecido sus relaciones diplomáticas, interrumpidas desde 2016, por mediación de China.
Hace más de tres décadas, el final de la guerra fría y de
la confrontación bipolar trajo como consecuencia el progresivo deterioro de
algunas alianzas. El escenario mundial ya no era el de comunistas y
anticomunistas, de prosoviéticos y proamericanos. La geopolítica tradicional estaba
de vuelta, y con ella, una concepción de las relaciones internacionales en la
que las referencias eran el equilibrio y los intereses.
Tras la caída de Afganistán en manos de los talibanes se multiplican los análisis en los medios, y en no pocos casos se relacionan con el declive de Estados Unidos como primera potencia mundial. Sobre este particular, el semanario The Economist ha reunido firmas prestigiosas para enfocar el acontecimiento, cada uno desde su propia visión del mundo, unas veces apoyándose en la historia y otras en la política.
Una noticia reciente y escueta, aunque a la vez muy esclarecedora: los talibanes están dispuestos a reducir la violencia en Afganistán en los días previos a la firma de un acuerdo para la retirada progresiva de las tropas estadounidenses, en paralelo a un diálogo político entre las partes afganas en conflicto.
En algún momento de la campaña que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca, el ahora presidente quiso presentarse ante los electores republicanos como un nuevo Ronald Reagan, si bien la familia de aquel mandatario rechazó rotundamente la comparación. Esta anécdota me ha hecho recordar, tras el asesinato del general Suleimán, los bombardeos ordenados por Reagan en Libia en 1986, a modo de respuesta a actos de terrorismo supuestamente perpetrados por el régimen de Gadafi.