Ago 5 2015

Diálogo de Kerry y Lavrov sobre Oriente Medio: ni equilibrio ni seguridad colectiva

Hay indicios de cierta distensión en las relaciones entre Rusia y EEUU. Quizás sus líderes, y de paso los europeos, se han dado cuenta de que la crisis de Ucrania no puede ir a más. No debe ser un punto caliente de una nueva “guerra fría”, si bien esto supone en la práctica que todos apuesten por el estatus quo. No habrá retorno a la situación anterior a febrero de 2014, fecha de la caída del presidente pro-ruso Yanukovitch. Bien lo saben en Moscú, Washington, Berlín, París y, por supuesto, en Kiev. Ahora los principales actores internacionales tienen puesta la vista en Oriente Próximo tras el acuerdo nuclear con Irán y la amenaza persistente del Estado Islámico (EI).

La gira simultánea de los responsables de  la diplomacia rusa y norteamericana, Sergei Lavrov y John Kerry, por Oriente Medio, plantea la necesidad de crear un nuevo equilibrio en la región tras los acontecimientos de los últimos años, y en particular la guerra en Siria que se prolonga desde 2011. ¿Ha llegado el momento para alcanzar un acuerdo entre Washington y Moscú? Lavrov señalaba la urgencia de crear un sistema de seguridad colectiva en Oriente Medio. Si el enemigo común es el EI, con el agravante de que en sus filas combaten nacionales rusos, norteamericanos y europeos, habría que aunar fuerzas con los gobiernos de la zona para hacerle frente.

Pero la realidad es que los conceptos clásicos de equilibrio y seguridad colectiva no funcionan en una situación en la que se entremezclan rencillas históricas y odios sectarios. Arabia Saudí y otras monarquías petroleras del Golfo como Bahrein y Kuwait no creen que se pueda construir un equilibrio con un Irán que se verá fortalecido con más ingresos económicos tras el levantamiento de las sanciones. En cambio, la postura de Qatar, los Emiratos Árabes y Omán es muy diferente. No expresan abiertamente recelos porque, después de todo, son destacados socios comerciales de Irán. Por otra parte, los saudíes ven también desequilibrio en el crecimiento de la influencia de Teherán en Siria, Líbano e Irak, donde continuará apoyando a sus aliados chíies. El enemigo será el EI, aunque una parte de los potenciales aliados, entre los que habría que incluir a Israel, le tienen más miedo a Irán que a los yihadistas. Salvando las distancias, esto nos recuerda la coalición de potencias europeas contra Napoleón. La Rusia zarista era decisiva para derrotarle, pero británicos, austriacos y prusianos temían al mismo tiempo que la influencia de Moscú llegase hasta el corazón de Europa.

Hay otra discrepancia de Lavrov con Kerry. El ministro ruso querría que los americanos contaran con Bachar al Asad en su lucha contra el EI. Es fácil esgrimir lo sucedido con Gadafi para que no se repita en Siria la misma historia. ¿Dónde queda el tan alabado pragmatismo del presidente Obama? Pero el inquilino de la Casa Blanca que estuvo a punto de bombardear  las posiciones del presidente sirio en el verano de 2013, no puede aceptar esto.  Además dos de sus aliados tradicionales, Turquía y Arabia Saudí, no admiten una mínima supervivencia del régimen de Asad, aun en la improbable opción de que éste renunciara a su cargo. Rusia, aliada del régimen sirio, prefiere su permanencia, aunque no controle ni la mitad del territorio, e Irán piensa lo mismo. De ahí que el estancado conflicto sirio sea el impedimento más serio para alcanzar una estabilidad en Oriente Próximo. En el fondo, las partes enfrentadas no quieren un proceso de transición democrática sino la victoria a partir de las ganancias bélicas obtenidas, y Asad solo busca su supervivencia bajo la garantía de Moscú y Teherán.

Un sistema de seguridad colectiva en Oriente Medio podría concebirse si saudíes e iraníes pusieran fin a la guerra fría que mantienen desde hace casi cuatro décadas, tras la llegada al poder de los ayatolás. Y eso no sería seguridad colectiva. La expresión es exagerada. Sería más bien una cooperación en materia de seguridad contra amenazas comunes como la del EI. ¿Qué capacidad de influencia tienen Washington y Moscú para hacerse oír en Riad y Teherán? Y tampoco Israel puede aspirar a una mayor distensión con los Estados árabes suníes, pese a la convergencia de intereses con Arabia Saudí, si no admite la opción de un Estado palestino.

Kerry y Lavrov pueden reconocer públicamente la convergencia de sus intereses en Oriente Medio, pero la última palabra la tienen sus respectivos aliados y socios en la región.