Nagorno Karabaj: la geopolítica se impone a la diplomacia

Nagorno Karabaj
CC BY-SA 3.0 – Sonashen

La invasión, y anexión de facto, de Nagorno Karabaj por las tropas azeríes en septiembre de 2023 pone abruptamente fin a un conflicto prolongado durante más de tres décadas.

El 1 de enero de 2024, este enclave territorial armenio en Azerbaiyán habrá dejado de existir como independiente. Por lo pronto, 100 mil armenios han huido del territorio invadido, que contaba con una población de 120 mil habitantes, si bien Azerbaiyán niega toda “limpieza étnica” y asegura que es “una decisión personal e individual”. Podríamos interpretar también este hecho como otro golpe más a las ilusiones de la posguerra fría, representadas, entre otros ejemplos, por la OSCE, que sigue fosilizándose poco a poco por la falta de voluntad política de muchos de sus Estados participantes. 

La OSCE creó en 1992 el Grupo de Minsk, integrado por representantes de Francia, Estados Unidos y Rusia, para una resolución pacífica del conflicto, y en los documentos de este foro internacional se instó a armenios y azeríes a respetar los principios de la OSCE, recogidos en el Acta Final de Helsinki de 1975, como la prohibición del uso de la fuerza, la integridad territorial de los Estados y la igualdad de derechos y la autodeterminación de los pueblos. La OSCE también señala entre sus principios el de la inviolabilidad de las fronteras, que solo podrían modificarse por medios pacíficos y con el acuerdo de las partes interesadas. Pero todos estos principios empezaron a saltar por los aires en noviembre de 2020, cuando los azeríes se apoderaron de la mayor parte de Nagorno Karabaj.

El objetivo de la OSCE fue siempre el establecimiento de una autonomía en el enclave armenio dentro del respeto a la integridad territorial de Azerbaiyán, pero se ha encontrado con una doble oposición: los armenios remontan su memoria a 1921 cuando la arbitraria decisión de Stalin, comisario para las nacionalidades, incluyó Nagorno Karabaj en Azerbaiyán, sin tener en cuenta que el territorio tenía más de un 90 por ciento de población armenia; y los azeríes se atienen al principio de la integridad territorial, o mejor dicho continuidad territorial por el que se rechaza la presencia de cualquier enclave foráneo, por mucho que los habitantes de dicho enclave hayan proclamado su voluntad de ser independientes. Si estas posturas encontradas se revisten de una pasión nacionalista, el enfrentamiento está servido, y en el mundo actual el nacionalismo, que nunca ha desaparecido, ha adquirido un empuje que no se podía prever ni en la época de la guerra fría ni en el tiempo de las efímeras ilusiones de la posguerra fría.

Azerbaiyán se ha aferrado al nacionalismo y a la geopolítica, tal y como hizo Rusia en Ucrania y mañana podría hacer China en Taiwán. Las reacciones en las organizaciones internacionales, incluida la OSCE, han sido, como cabía esperar, de rechazo al uso de la fuerza. Después de todo, en los manuales de derecho internacional se nos había dicho que las guerras de conquista estaban prohibidas por el derecho internacional contemporáneo, y en algunos se ponía, como ejemplo, la primera guerra del Golfo, en la que los iraquíes tuvieron que abandonar el territorio kuwaití, al que llamaban la provincia número 19 de Irak. Pero el gobierno de Bakú, al igual que otros, ha optado por la política de los hechos consumados. Los hechos consumados en las relaciones internacionales pueden despertar un rechazo inicial, aunque el paso del tiempo termina por consolidarlos. Pocas voces se han elevado contra la invasión azerí, y sin duda, habrán pesado los intereses económicos de una Europa que, enfrentada a Rusia, reconoce que el gas azerí es indispensable. La exigencia de sanciones económicas y comerciales, pedidas por una gran mayoría de europarlamentarios, no ha sido escuchada. Entre las voces discrepantes no ha faltado la del filósofo francés Bernard Henri Lévy, que desde su web laregledujeu.org sigue arremetiendo contra los cincos reinos “masacradores”, como decía en un libro de 2018. Se trata de Rusia, China, Turquía, Irán y Arabia Saudí, a los que contrapone el viejo Imperio democrático de Estados Unidos. Su análisis es pesimista, pues la historia le enseña que los intereses suelen prevalecer sobre los principios. 

Por lo demás, Armenia está profundamente decepcionada por el nulo papel que han tenido los 2000 soldados rusos de “pacificación” en la zona. Dimitri Peskov, portavoz del presidente ruso, emitió una fría declaración en el sentido de que “no hay una razón directa para el éxodo” y “la gente está dispuesta a irse”.  Hay quien atribuye la pasividad rusa a la búsqueda de nuevos socios occidentales por parte del gobierno armenio de Nicól Pashinyan, con gestos como las maniobras militares conjuntas con tropas norteamericanas o el envío de ayuda humanitaria a Ucrania. Además, Moscú se ha sentido molesto por la adhesión de Armenia al Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de Justicia, que hace algunos meses se comprometió a investigar el secuestro de niños ucranianos por tropas rusas.  

Otro de los grandes beneficiarios de la situación es el presidente turco Erdogan, cuya influencia en el Cáucaso aumentó tras la victoria de los azeríes, sus aliados, en la guerra de 2020. Rusia, ocupada en la guerra de Ucrania, no tenía interés en enfrentarse a Azerbaiyán, aunque el efecto de su inacción sea aumentar su desprestigio en la mayoría de las repúblicas ex soviéticas. Por otra parte, Erdogan aparece como un socio indispensable para Rusia por su posición estratégica en el Mar Negro y un aliado, al menos teórico, para Occidente como miembro de la OTAN. Ni los occidentales, ni los rusos, están dispuestos a incomodar a Erdogan. 

¿Ganará Estados Unidos un nuevo aliado en Armenia? Es algo que conviene no dar por hecho. Si el primer ministro Pashinyan perdiera el poder, nada descarta la llegada de un nuevo jefe de gobierno prorruso, pues, pese a los recientes acontecimientos, una buena parte de la población armenia sigue pensando que Rusia es la opción más realista y cercana. Occidente, y en particular Estados Unidos, parecen quedar lejos y no solo geográficamente. 


Comments are closed.