Sep 12 2014

Irak no es Kosovo

Finalmente Obama desveló su estrategia sobre el Estado Islámico (EI) en su discurso en la Casa Blanca en la noche del 10 de septiembre. Una fecha no elegida al azar por estar en vísperas de otro aniversario del atentado a las Torres Gemelas, aunque las circunstancias son diferentes. El enemigo es más peligroso aunque sea tachado por Obama de terrorista como Al Qaeda.  Es también un actor no estatal con la diferencia de que ejerce su dominio sobre un extenso territorio en Siria e Irak además de contar con abundante armamento e ingresos petrolíferos. Pero el arma principal del EI es haberse erigido en defensor de la minoría suní en Irak, algo capaz de atraer simpatías en un mundo musulmán en que el sunismo es mayoritario. Ese es el principal atractivo para los yihadistas de todo el mundo, muchos con pasaportes occidentales, que combaten en sus filas. De este modo el EI se presenta como un campeón de la resistencia del Islam ortodoxo contra los herejes chiíes de Líbano, Siria, Irak e Irán, y contra unos kurdos que son vistos como cómplices de EEUU y del sionismo.

Si unos días antes Obama confesaba que carecía de estrategia en Irak, ahora ha revalidado la validez de las tácticas empleadas en Kosovo en 1999: una prolongada campaña área sin despliegue de tropas americanas sobre el terreno. Si aquella campaña duró 77 días, la de Irak, extensible a Siria, puede durar todavía más porque no se puede dar por concluida hasta que el EI pierda el control de sus territorios. Esto únicamente sucederá cuando otras tropas, previamente bien armadas y entrenadas, los venzan en el campo de batalla. Es lo que pasó en la campaña de Afganistán en el otoño de 2011 cuando los talibanes fueron desalojados del poder, aunque la implicación de americanos y británicos fue mucho más directa. En Afganistán se utilizó como justificación las resoluciones 1368 y 1373 del Consejo de Seguridad sobre las amenazas a la paz y la seguridad internacionales creadas por actos de terrorismo. En el caso del EI sería muy difícil una resolución del Consejo, pues Rusia y China no tienen especial interés, y menos en estos momentos de conflicto en Ucrania, de justificar a la coalición que pretendería liderar EEUU. No importa que Moscú considere al EI como un enemigo capaz de avivar el radicalismo islamista en el Cáucaso.

Obama no contará, por tanto, con un aval expreso de la ONU, y ni siquiera del Congreso, después del fracaso en conseguirlo el año pasado para una intervención en Siria, aunque los republicanos tampoco le van a molestar demasiado con este tema. De hecho, asistimos en las filas del partido de la oposición al progresivo abandono de posturas aislacionistas en política exterior, como las que defendiera hace años el Tea Party.

El problema es que Irak no es Kosovo. Los bombardeos en aquel territorio se efectuaban para doblegar a los serbios y evitar nuevas masacres de albano-kosovares, pero las acciones aéreas no serán suficientes para que el EI retroceda sin la consiguiente intervención terrestre que solo puede venir de un esfuerzo conjunto de los iraquíes: kurdos, suníes y chiíes. El único punto débil del EI puede provenir de una rebelión interna de los suníes de su territorio, descontentos con su régimen opresivo. Claro que esto sucedería en territorio iraquí. ¿Y en Siria? Obama apoyará a los rebeldes moderados anti-Asad, pero estos cuentan con dos enemigos, el régimen sirio y los islamistas radicales. Si no se impusieron antes, ¿cómo podrían imponerse ahora cuando Asad es mucho más fuerte? EEUU buscará el apoyo de Arabia Saudí, que considera al EI como una grave amenaza a su propia legitimidad islámica, pero no se puede esperar del reino saudí una ayuda decisiva porque Riad tampoco querría verse asociado a lo que algunos quieren presentar como una coalición chíi, sobre todo si cuenta con el apoyo más o menos explícito de Irán.

La estrategia de Obama es endeble. Responde a la necesidad de hacer algo, como sucedió el año pasado cuando el régimen de Asad habría traspasado la “línea roja” con el uso de armas químicas, pero el éxito no está garantizado porque los aliados de Washington son débiles o no quieren comprometerse excesivamente. Estamos ante una guerra que el presidente dejará en herencia a su sucesor o sucesora.