La guerra de Ucrania va camino de su
segundo año sin que se vislumbren perspectivas de desenlace. Guerra de
movimientos, de trincheras y de ataques sorpresa en escenarios distantes. Decenas
de miles de muertos, sobre todo rusos, y pocos avances sobre el terreno. Guerra
de drones y bombardeos indiscriminados.
La mayoría de los analistas de la guerra de Ucrania, y en general todos los que estudian la situación actual de Rusia, están obligados a hacer uso de un notable conocimiento de la historia. Esto puede hacer que se sientan tentados de hacer predicciones por medio de ella, pero los paralelismos nunca han servido para hacer futurología. La historia suele caracterizarse por lo inesperado.
Al cumplirse el primer aniversario de la guerra de Ucrania, el filósofo Jürgen Habermas publicó en el Süddeustche Zeitung que ha llegado el momento, y es urgente, de que rusos y ucranianos entablen negociaciones de paz. Se expresaba en estos términos: “Se trata de negociar en el buen momento, a fin de impedir que la guerra se prolongue y cueste aún más vidas humanas y destrucciones”.
Michel Eltchaninoff, un filósofo francés de origen ruso, publicó hace años un recomendable libro, En la cabeza de Vladímir Putin, que no ha sido superado, pese a la profusión de obras sobre el presidente ruso.
El Consejo Europeo del pasado 23 de junio apoyó la candidatura de Ucrania para el ingreso en la UE. Desde 1999 existen otros cuatro países que también son candidatos: Turquía, Macedonia del Norte, Serbia y Albania, si bien las posibilidades de que se incorporen a la organización son en algunos casos remotos y en otros, como el de Turquía, el candidato parece haber perdido su interés, aunque tenga establecida, desde hace más de un cuarto de siglo, una unión aduanera con la UE.