Sep 21 2015

Botas suníes sobre el terreno

A punto de cumplirse un año de la formación de la coalición internacional de 60 países contra el Estado Islámico (EI), se pone cada vez más en duda su efectividad. De hecho, los miles de refugiados huidos de Siria son un indicio clamoroso de que el EI está lejos de conocer la derrota. Precisamente esta crisis migratoria despierta en algunos analistas políticos un fervor por un intervención militar que hasta no hace mucho tiempo descartaban. Las dramáticas imágenes de quienes intentan abrirse paso hasta Alemania, a través de las fronteras europeas, y el temor a más atentados en nuestro continente son las causas de una indignación que pide “botas sobre el terreno”, aunque no necesariamente de soldados norteamericanos. Tal es la opinión del profesor Joseph S. Nye, de la universidad de Harvard, el hombre que difundió expresiones como el soft power o la diplomacia inteligente.

Nye es consciente de algo tantas veces demostrado por los hechos: con el poder aéreo se destruyen infraestructuras y combatientes del enemigo. Los bombardeos causan grandes daños, aunque no aseguran la victoria. Basta recordar las devastadoras incursiones aéreas de los aliados sobre Alemania en la II Guerra Mundial. ¿Qué habría sucedido si norteamericanos y británicos se hubieran limitado a bombardear en espera de la rendición alemana? Lejos de toda capitulación, los dirigentes nazis se habrían envalentonado hasta el extremo de utilizar para su propaganda el supuesto miedo de sus enemigos a combatir en tierra.

El citado profesor de Harvard defiende el combate terrestre, pero con la condición de que luchen los árabes suníes o los turcos, que también pertenecen a esta rama mayoritaria del Islam. Sin embargo, la posibilidad de botas suníes sobre el terreno es muy reducida. Hay una acusada falta de voluntad política en combatir al EI, solo por el hecho de que su derrota podría conducir a un predominio en la región de los aliados chiíes de Irán, la gran potencia rival de los Estados sunníes, empezando por las monarquías petroleras del Golfo. La expansión territorial del EI se explica, ante todo, por un apoyo masivo de las poblaciones suníes en Siria e Irak que se vieron desplazadas del poder político durante décadas por los chiíes. La única esperanza de Occidente sería que los simpatizantes del EI le vuelvan la espalda por causa del régimen rigorista establecido en los territorios conquistados. Pero estamos viendo que allí apenas existe una resistencia armada. Lo que existe es una huída de proporciones masivas.

Frente a algunos candidatos republicanos a la presidencia que defienden las botas norteamericanas sobre el terreno, pues dicen creer en algo tan escurridizo en el mundo actual como la victoria militar, otros defienden que sean los países de la región los que solucionen el conflicto. Sin embargo, a las monarquías del Golfo, lideradas por Arabia Saudí, les interesa emplear más recursos en la interminable guerra de Yemen, donde combaten a los huzíes, supuestos aliados de Irán. El EI queda reducido a una cuestión secundaria y la credibilidad de la coalición internacional se sigue deteriorando. Las declaraciones de los líderes occidentales tampoco ayudan en ese sentido. Hollande puede seguir defendiendo los bombardeos en Siria, aunque eso implique un crecimiento de la percepción de que es una mera táctica, y no una estrategia, para responder ante la opinión pública ante nuevos atentados terroristas en Francia. No habla, sin embargo, el presidente galo de botas francesas sobre el terreno.

Previsiblemente el presidente Putin defenderá, ante la Asamblea General de la ONU, la necesidad de combatir al EI por medio de una coalición internacional, en la que jugaría un papel destacado su aliado Bachar Al Asad. No deja de ser una invitación a EEUU para que vean a Asad como parte de la solución, y no como un problema. Sin embargo, la idea desagrada a las potencias sunníes, en particular a Arabia Saudí y Turquía. Dos viejos enemigos del clan de los Asad nunca aceptarán que el régimen sirio, dominado por la minoría alauí, pueda sobrevivir. ¿Y hasta qué punto quiere implicarse Moscú? No le interesan tampoco las botas sobre el terreno. Antes bien, éstas no deben de salir de las instalaciones militares que controlan en el territorio bajo soberanía de Asad.

Se diría que todas las partes implicadas en el conflicto pretenden construir un “cordón sanitario” frente al EI, aunque eso suponga renunciar a expulsarlo de los territorios conquistados. Es precisamente ese statu quo lo que alimenta al EI y le pone como ejemplo de resistencia y de victoria para los combatientes extranjeros unidos a sus filas. El empleo masivo de las nuevas tecnologías por los yihadistas hace el resto. El statu quo, defendido en la práctica aunque no verbalmente, es incompatible con las botas sobre el terreno, sean o no suníes.