Dic 20 2014

Repercusiones de las relaciones diplomáticas EEUU-Cuba

El restablecimiento de relaciones diplomáticas entre EEUU y Cuba es un acontecimiento de primera magnitud para cerrar un año, 2014, muy agitado en el escenario internacional. Algunos comentaristas han saludado el hecho como otro efecto de la caída del muro de Berlín, si bien esto no significa que haya caído el régimen comunista de los Castro, ni tampoco el fin del embargo americano. Muchos representantes de la diáspora cubana en EEUU expresan su disconformidad con este golpe de efecto de Obama, magnificado además por la mediación del papa Francisco. Además el que se haya producido antes de fin de año, es interpretado por los políticos republicanos como una especie de “desquite” del presidente por la mayoría alcanzada por la oposición en las dos Cámaras en las elecciones del pasado noviembre. Por el contrario, la medida de Obama ha sido bien acogida en América Latina y el Caribe, pues las Cumbres de las Américas organizadas periódicamente por la OEA, y la próxima será en Panamá en abril, tenían siempre el mismo estribillo: la petición de la reincorporación  de la isla caribeña a la organización y el cese del embargo.

El embargo no terminará de la noche a la mañana, pues esto depende de unas Cámaras de mayoría republicana, que seguirán obstaculizando las iniciativas del presidente. Pero es muy probable que, en el fondo, el régimen tampoco desee un final completo del embargo, pues ha representado durante décadas un argumento que le presentaba como el mejor defensor de la nación cubana frente al imperialismo yanqui. Si se van a producir cambios en las relaciones económicas, éstos serán progresivos para no dar la impresión de que alguien está cediendo. En cambio, el restablecimiento de relaciones diplomáticas será interpretado fácilmente como una victoria de la resistencia tenaz de un pueblo al que los norteamericanos no han podido doblegar. De hecho, no compromete a nada que desemboque en reformas democráticas para Cuba. Recordemos que con Carter se creó una oficina de intereses americanos en La Habana, que equivalía a una embajada. Un gesto que no se tradujo en nada más. La realidad es que el régimen necesita oxígeno para su maltrecha economía y está convencido de que una apertura al turismo y a las inversiones norteamericanas le será beneficiosa. Todo esto equivale a reformas limitadas, principalmente de carácter económico, sin que el sistema político se vea cuestionado.  Una especie de modelo chino, pero sin el dinamismo de los “socialistas de mercado”, para la isla caribeña.

¿Quiénes pueden ser perjudicados ante la nueva situación, aunque no sea a corto plazo?  En primer lugar, los inversores europeos, pues EEUU pedirá, tarde o temprano, la revisión de las expropiaciones hechas a sus ciudadanos después de la revolución castrista, y no cabe duda  de que esto afectará a las inversiones europeas de los últimos años en el sector turístico. Con independencia de este hecho, las inversiones americanas entrarán en competencia con las europeas. También se verá afectado el turismo dirigido a otras naciones caribeñas que durante décadas se han beneficiado de la prohibición a los norteamericanos de viajar a Cuba.

Algunos analistas norteamericanos han echado las campanas al vuelo al pronosticar que el restablecimiento de relaciones contribuirá a una mejor imagen de EEUU en América Latina y que incluso se traducirá en un acercamiento a los regímenes populistas bolivarianos. Hay quien ve incluso un renacer de la OEA, la centenaria organización panamericana cuestionada por la sopa de letras de organizaciones regionales nacidas en los últimos años: UNASUR, ALBA, CARICOM… No es creíble porque dichas organizaciones nacieron deliberadamente con el propósito de no contar con Washington y de dirimir los propios intereses al margen de la OEA. Han sido también foros de marcado cariz nacionalista, entiéndase antiyanqui. Aunque Cuba volviera al seno de la OEA, ésta ya no recuperará el papel de organización estrella en el continente americano, pues lo ha perdido hace bastante tiempo. Recordemos además que en noviembre de 2013 el propio John Kerry proclamó oficialmente el fin de la Doctrina Monroe. ¿Cómo no relacionar la OEA con esta Doctrina? Basta con repasar la Historia. Se ha llegado situación actual por el desinterés norteamericano, pues sus intereses se desplazaron hacia otras áreas del planeta.

Otro de los objetivos del restablecimiento de relaciones entre Washington y La Habana podría radicar en alejar a la isla de la influencia de Rusia y China, siempre dispuestas a ocupar el vacío dejado por EEUU en tierras americanas. Sería paradójico que la relación entre EEUU y Cuba recordara a la que los norteamericanos tienen con el actual Vietnam. Para ellos representa un país emergente en lo económico y es otro muro de contención frente a China.  Con todo, la influyente comunidad cubana en EEUU siempre cuestionará cualquier pragmatismo en este sentido de la diplomacia norteamericana.


Dic 9 2014

XXI Consejo de la OSCE: los monólogos de Basilea

Del 4 al  5 de diciembre de 2014 se celebró en Basilea el 21º Consejo Ministerial de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación), un foro que reúne a 57 Estados participantes de Europa, Eurasia y América del Norte. A punto de cumplirse el 40º aniversario del Acta Final de Helsinki, un hito en la historia de esta institución, los debates se centraron una vez más en el conflicto de Ucrania. Pese a la destacada presencia de una misión de la OSCE sobre el terreno, las partes enfrentadas no dan señales de progresar en su diálogo.

El ministro alemán de Asuntos Exteriores, Frank Walter Steinmeier, ha definido en su discurso perfectamente la situación. En la OSCE se suceden, uno tras otro, los monólogos, pero una “ecuación” de monólogos nunca da como resultado el diálogo. Quizás las partes estén convencidas en su fuero interno que la solución del conflicto no es enteramente militar, aunque muy probablemente crean que una situación ventajosa sobre el terreno es una baza destacada para cualquier proceso negociador. En el fondo, tanto a Rusia como a Ucrania no les convencen los discursos de sus socios en la OSCE de que la seguridad europea está en juego. Ellos ven las cosas desde una perspectiva más relacionada con la historia y el sentimiento nacional. De ahí que no resulte fácil un acuerdo perdurable y que el proceso de Minsk esté amenazado de continuo. Después de todo, Rusia no lo ve solo como un contencioso con Ucrania sino que considera actores indispensables a los separatistas pro-rusos de Donestk y Lugansk. Kiev no piensa lo mismo, pero la realidad es que la tensión existiría aunque los rebeldes no hubieran tenido el apoyo ruso, desde el momento en que ellos nunca se han sentido parte del proyecto nacional ucraniano surgido con la independencia en 1991.

Serguei Lavrov, ministro ruso de Asuntos Exteriores, tuvo ocasión de oír en Basilea los mismos argumentos en las intervenciones de sus colegas occidentales: en Ucrania se ha producido una grave violación de su soberanía y la integridad territorial por medio de Rusia, otro Estado de la OSCE. En consecuencia, serían ilegales tanto la anexión de Crimea como la ayuda prestada por Moscú a los secesionistas del este de Ucrania. Ha sido un uso ilegítimo de la fuerza, directo e indirecto, que incluso ha modificado las fronteras. Todo esto sería inaceptable desde el punto de vista del Derecho Internacional. Además Rusia habría buscado sus intereses de seguridad a expensas de su vecino, Ucrania, lo que también contradice los principios y compromisos de la OSCE.

En contraste, la visión de Lavrov sobre los hechos es diametralmente opuesta. Sus argumentos son más políticos que legales, y cuando emplea éstos últimos, lo hace de una manera selectiva. Los acontecimientos solo pueden explicarse por el golpe de Estado del 22 de febrero en que fue derrocado el presidente pro-ruso Viktor Yanukovich. La UE habría saboteado la adhesión de Ucrania al área de libre comercio euroasiática, auspiciada por Putin, y rompió así el equilibrio preexistente de Kiev, más aparente que real, entre Rusia y Europa. Luego habría venido la persecución de las minorías étnicas rusas y el auge de los grupos de extrema derecha del nacionalismo ucraniano. En consecuencia, Rusia no podía quedarse de brazos cruzados y tuvo que reaccionar. No deja de ser curioso, por cierto, que en esta versión rusa de los acontecimientos estén de acuerdo la extrema derecha y la extrema izquierda en Europa. Para los primeros, Putin es poco menos que la representación del partido del orden, la vieja alianza entre el trono y el altar, frente a las democracias liberales corrompidas.. Para los segundos, el apoyo de Putin a los secesionistas de Crimea y el Donbass es casi el retorno de la lucha gloriosa de la URSS contra el fascismo.

Para Lavrov los acontecimientos se justifican por la actitud de los occidentales en un cuarto de siglo, al final de la guerra fría. Ellos han frustrado el proyecto de la “Casa Europa”, defendido por Gorbachov en el Consejo de Europa en 1989, y han hostigado a Rusia con la expansión de la OTAN, el escudo antimisiles norteamericano, el Eastern Partnership de la UE… Sin decirlo expresamente, el ministro vendría a expresar que se colmó la paciencia de Rusia. En definitiva, ha pronunciado un monólogo impermeable a las objeciones de los ministros occidentales.