Habermas, Macron y la guerra de Ucrania

Jürgen Habermas (CC Európa Pont)

Al cumplirse el primer aniversario de la guerra de Ucrania, el filósofo Jürgen Habermas publicó en el Süddeustche Zeitung que ha llegado el momento, y es urgente, de que rusos y ucranianos entablen negociaciones de paz. Se expresaba en estos términos: “Se trata de negociar en el buen momento, a fin de impedir que la guerra se prolongue y cueste aún más vidas humanas y destrucciones”.

La petición de Habermas es muy razonable, si bien desgraciadamente los factores emocionales en este conflicto son mucho más poderosos que la razón. La razón es un muro frágil arrastrado por las corrientes impetuosas de la emoción. Rusia, no solo Putin, cree estar combatiendo una peculiar “guerra santa”, bendecida por la jerarquía ortodoxa, y ceder territorios, que en otras épocas pertenecieron a Rusia y forman parte del origen y la historia de este país, sería la peor de las traiciones. Putin no querría ser recordado por esto. Por otra parte, Ucrania defiende heroicamente su soberanía y aspira volver a sus fronteras de 1991, establecidas tras la desintegración de la Unión Soviética.

No hay ninguna potencia extranjera que pueda presionar a Rusia, pero tampoco europeos y norteamericanos son capaces de presionar a ucranianos para que cedan ante los rusos. Por el contrario, Ucrania está convencida, o al menos eso intenta transmitir, de que es posible una victoria sobre Rusia en el campo de batalla. Por tanto, ninguno de los dos bandos quiere hablar ahora de negociaciones. Pese a todo, Habermas subraya que la persistencia de la guerra impide que “los aliados estén cumpliendo su objetivo inicial, que son las negociaciones de igual a igual entre Kiev y Moscú”. Cabe añadir que, si este fue el objetivo inicial, la situación del presente indica que esto no se ha alcanzado. Es evidente que la Rusia de Putin no puede considerar igual a un país del que ha negado en diversas ocasiones su existencia, y en el mejor de los casos solo aceptaría como territorio no ruso la Ucrania occidental, que en su día perteneció al Imperio austrohúngaro y a Polonia.

Por lo demás, Habermas insiste en que “cuanto más dure la guerra, más difícil será establecer negociaciones”. Si repasamos la historia, llegaremos a la conclusión de que esto no tiene por qué ser así. Las pérdidas humanas y económicas, añadidas al cansancio físico y psicológico, pueden contribuir a un armisticio, aunque esto no sea precisamente un sinónimo de la paz. Sería una gran cosa negociar ahora, e igual lo habría sido en los meses anteriores, pero nadie acude a negociar si no es en busca de una victoria “moral” o una victoria de imagen. En realidad, sería una victoria pírrica, de esas que halagan el orgullo del líder político o adormecen a todo un pueblo.

Otro reciente centro de atención ha sido la intervención del presidente Enmanuel Macron en la Conferencia de Seguridad de Múnich (17 de febrero). Los medios de comunicación han destacado los siguientes términos: “Rusia no puede ni debe de ganar esta guerra”; “Rusia no ha asimilado la caída del Imperio soviético”; “Hay que prepararse para un conflicto de larga duración”… ¿Ha cambiado Macron su postura anterior de no querer humillar a Rusia e incluso darle garantías de seguridad?

Algunos analistas franceses acusan a Macron de apartarse de la tradición gaullista de buenas relaciones, incluso de asociación estratégica, con Rusia, que se inició con el tratado franco-soviético de 1944, firmado poco antes de la conferencia de Yalta, a la que no fue invitado Charles De Gaulle. Esa tradición se confirmó en 1966 con la visita del presidente francés a la Unión Soviética, poco después de que Francia abandonara la estructura militar de la OTAN. Pero si Macron, que afirmó no haber hablado con Putin desde el pasado 11 de septiembre, no hubiera hecho afirmaciones expresas de apoyo a Ucrania, Francia se habría quedado sola entre los aliados occidentales. Más tarde, Macron matizó que la solución al conflicto no pasa por un cambio de régimen de Rusia. Esto parece responder a una opinión muy extendida: la caída o la muerte de Putin sería algo inquietante porque su sucesor bien podría ser un nacionalista aun más radical. Quien opina así, defiende también la necesidad de llegar a un acuerdo con Putin antes de que pudiera ser demasiado tarde. Por otro lado, el presidente francés insistió en que una paz duradera y completa en el continente europeo no puede prescindir de la situación en Rusia. Es cierto, aunque es muy posible que se consolide un nuevo “telón de acero”, quizás menos asfixiante que el antiguo, en el este de Europa. Tal podría ser el desenlace de unas negociaciones.

En cualquier caso, Macron no defiende una derrota de Ucrania, pero está claro que tampoco desea una derrota de Rusia. Es la cuadratura de un círculo que refleja la posibilidad de una guerra prolongada.


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