Rishi Sunak: el euroescepticismo continúa

Rishi Sunak
CC Ministry of Housing

Un cuarto primer ministro desde 2016, fecha de celebración del referéndum del Brexit, lleva a muchos analistas a relacionar ambas circunstancias y preguntarse si todos los males, principalmente económicos, de Gran Bretaña derivan de que su electorado dio la espalda, por una escasa diferencia de votos, a la UE.

Hay quien carga toda la responsabilidad sobre Boris Johnson, un jefe de gobierno populista e histriónico, aunque eso no sea incompatible con una selecta formación en humanidades en Oxford. Sin embargo, es una ingenuidad pensar que la desaparición de Johnson pudiera implicar algún tipo de rectificación en el tema del Brexit. El Partido Conservador, que llegó a Europa de la mano de Edward Heath, se ha convertido desde hace años en un baluarte del euroescepticismo, al que solo le falta adornarlo expresamente con el eslogan de God and Country.

Tampoco cabe pensar que los laboristas, con su más que probable victoria electoral en 2024 o antes, rectificarán de la noche a la mañana las relaciones con la UE. De hecho, en el lejano 1950, cuando se aprobó la Declaración Schuman que puso en marcha la Europa de los Seis, el gobierno laborista de Clement Atlee no se mostró muy entusiasmado, quizás porque solo veían en las nacientes Comunidades un instrumento del capitalismo, poco interesante para unos gobernantes que impulsaron toda clase de nacionalizaciones en sus años de mandato.

El actual líder laborista, Keir Starmer, declaraba en el pasado mes de julio que no es su intención reincorporar a Gran Bretaña al mercado interior ni al espacio aduanero comunitario, ni tampoco recuperar la libertad de movimiento de las personas. No obstante, a diferencia de la jerarquía del Partido Conservador, Starmer es partidario de negociar con Bruselas, y no de gestos unilaterales, como el incumplimiento del Protocolo de Irlanda del Norte, un típico acto de reafirmación nacionalista de los partidarios del Brexit.

El nuevo primer ministro, Rishi Sunak, dejó marcado su destino político cuando, en vísperas del referéndum de 2016, hizo unas declaraciones sobre las consecuencias del Brexit para su país. Gran Bretaña sería “una nación más libre, justa y próspera”. Además, añadió que, con el abandono de la UE, los británicos recuperarían el control de su economía y de la inmigración, así como la soberanía legislativa.

Sunak puede presumir de pragmático o de ser el gestor adecuado para una crisis económica agudizada por una inflación que debe no poco a los efectos de la guerra de Ucrania; puede negociar, sin estridencias, con Bruselas, aunque sabe muy bien que su elección no fue ratificada por unas bases euroescépticas que en la anterior elección interna prefirieron antes a Liz Truss que a él. El primer ministro puede guardar las formas haciendo alarde de sencillez y sobriedad, pero el fondo no ha cambiado. El rumbo del Partido Conservador lo marcan los que siguen considerando a Boris Johnson como el primer ministro más popular de las últimas décadas, con uno de los mejores resultados electorales de la historia reciente en 2019, y le perdonan sus extravagancias por los “servicios prestados” a la patria. En cambio, Sunak ha llegado a su puesto única y exclusivamente por la economía, y ese es el guion al que ha de atenerse. Su misión es tranquilizar a los mercados y, en consecuencia, espantar del horizonte de los conservadores el fantasma de unas elecciones anticipadas. 

Siempre se ha dicho que un nuevo primer ministro británico tiene un período de luna de miel con los electores, pero en el caso de Sunak este período será breve o inexistente. Las encuestas siguen favoreciendo al laborista Starmer, y los estrategas conservadores de comunicación han desplegado recursos no muy atractivos, que quizás hubieran servido para otros tiempos, pues ahora los ciudadanos están más preocupados por sus problemas económicos y sociales. Se destaca que es el primer ministro más joven en los últimos dos siglos, o su origen indio, de una familia de inmigrantes llegada a Gran Bretaña en la década de 1960 procedente del África oriental británica.

Por lo demás, Sunak es presentado como un auténtico self-made man, con un perfil muy anglosajón que responde a la idea de que el trabajo duro y el esfuerzo continuo sirve a las personas para ascender en la pirámide social. Su ejemplo no es, sin embargo, aplicable a otros países en los que la inmigración es un fenómeno relativamente reciente y en el que la mayoría de los inmigrantes que mejoran económicamente prefieren acomodarse a su estatus de personas de negocios y no lanzarse a inciertas aventuras políticas, en las que en la mayoría de los casos no pasarán de ser personajes de segunda fila, relegados a un ámbito local o regional. 

Otra de las principales tareas de Rishi Sunak es conseguir una imagen de unidad y de esperanza, desmentida por las encuestas, en las filas conservadoras, algo que no es nada sencillo para un hombre al que se califica de pragmático. Se puede ser pragmático –eso sí, con no pocas dificultades– en la economía, pero es casi imposible serlo frente a los dogmas ideológicos, bien arraigados en el Partido Conservador. Y es sabido que ese tipo de dogmas alimentan ilusiones que se dan de bruces con la realidad.


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