XXI Consejo de la OSCE: los monólogos de Basilea

Del 4 al  5 de diciembre de 2014 se celebró en Basilea el 21º Consejo Ministerial de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación), un foro que reúne a 57 Estados participantes de Europa, Eurasia y América del Norte. A punto de cumplirse el 40º aniversario del Acta Final de Helsinki, un hito en la historia de esta institución, los debates se centraron una vez más en el conflicto de Ucrania. Pese a la destacada presencia de una misión de la OSCE sobre el terreno, las partes enfrentadas no dan señales de progresar en su diálogo.

El ministro alemán de Asuntos Exteriores, Frank Walter Steinmeier, ha definido en su discurso perfectamente la situación. En la OSCE se suceden, uno tras otro, los monólogos, pero una “ecuación” de monólogos nunca da como resultado el diálogo. Quizás las partes estén convencidas en su fuero interno que la solución del conflicto no es enteramente militar, aunque muy probablemente crean que una situación ventajosa sobre el terreno es una baza destacada para cualquier proceso negociador. En el fondo, tanto a Rusia como a Ucrania no les convencen los discursos de sus socios en la OSCE de que la seguridad europea está en juego. Ellos ven las cosas desde una perspectiva más relacionada con la historia y el sentimiento nacional. De ahí que no resulte fácil un acuerdo perdurable y que el proceso de Minsk esté amenazado de continuo. Después de todo, Rusia no lo ve solo como un contencioso con Ucrania sino que considera actores indispensables a los separatistas pro-rusos de Donestk y Lugansk. Kiev no piensa lo mismo, pero la realidad es que la tensión existiría aunque los rebeldes no hubieran tenido el apoyo ruso, desde el momento en que ellos nunca se han sentido parte del proyecto nacional ucraniano surgido con la independencia en 1991.

Serguei Lavrov, ministro ruso de Asuntos Exteriores, tuvo ocasión de oír en Basilea los mismos argumentos en las intervenciones de sus colegas occidentales: en Ucrania se ha producido una grave violación de su soberanía y la integridad territorial por medio de Rusia, otro Estado de la OSCE. En consecuencia, serían ilegales tanto la anexión de Crimea como la ayuda prestada por Moscú a los secesionistas del este de Ucrania. Ha sido un uso ilegítimo de la fuerza, directo e indirecto, que incluso ha modificado las fronteras. Todo esto sería inaceptable desde el punto de vista del Derecho Internacional. Además Rusia habría buscado sus intereses de seguridad a expensas de su vecino, Ucrania, lo que también contradice los principios y compromisos de la OSCE.

En contraste, la visión de Lavrov sobre los hechos es diametralmente opuesta. Sus argumentos son más políticos que legales, y cuando emplea éstos últimos, lo hace de una manera selectiva. Los acontecimientos solo pueden explicarse por el golpe de Estado del 22 de febrero en que fue derrocado el presidente pro-ruso Viktor Yanukovich. La UE habría saboteado la adhesión de Ucrania al área de libre comercio euroasiática, auspiciada por Putin, y rompió así el equilibrio preexistente de Kiev, más aparente que real, entre Rusia y Europa. Luego habría venido la persecución de las minorías étnicas rusas y el auge de los grupos de extrema derecha del nacionalismo ucraniano. En consecuencia, Rusia no podía quedarse de brazos cruzados y tuvo que reaccionar. No deja de ser curioso, por cierto, que en esta versión rusa de los acontecimientos estén de acuerdo la extrema derecha y la extrema izquierda en Europa. Para los primeros, Putin es poco menos que la representación del partido del orden, la vieja alianza entre el trono y el altar, frente a las democracias liberales corrompidas.. Para los segundos, el apoyo de Putin a los secesionistas de Crimea y el Donbass es casi el retorno de la lucha gloriosa de la URSS contra el fascismo.

Para Lavrov los acontecimientos se justifican por la actitud de los occidentales en un cuarto de siglo, al final de la guerra fría. Ellos han frustrado el proyecto de la “Casa Europa”, defendido por Gorbachov en el Consejo de Europa en 1989, y han hostigado a Rusia con la expansión de la OTAN, el escudo antimisiles norteamericano, el Eastern Partnership de la UE… Sin decirlo expresamente, el ministro vendría a expresar que se colmó la paciencia de Rusia. En definitiva, ha pronunciado un monólogo impermeable a las objeciones de los ministros occidentales.


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