Obama, Stephen Walt y el realismo político

Pese a los años transcurridos de su presidencia, muchos analistas se siguen preguntando en qué teoría de las relaciones internacionales encaja la presidencia de Obama. En sus discursos, antes y después de ser presidente, no faltan las referencias a ese idealismo político, que nació en EEUU con Woodrow Wilson, y que predica la difusión universal de la democracia y tiene en cuenta el papel de la diplomacia y las organizaciones internacionales. Sin embargo, en la práctica Obama pasaría por ser un consumado representante del realismo político. Hay quien lo compara con George F. Kennan, defensor de las políticas de contención durante la guerra fría, o incluso con Nixon, cuya doctrina reflejada en el abandono de Vietnam o la apertura a la China de Mao, se asemejaría a la de un Obama que se retiraría de Irak y Afganistán para centrarse en Asia oriental y el Pacífico. Pero los acontecimientos en Ucrania y Oriente Medio, con las consiguientes  reacciones de la presidencia americana, hacen mucho más compleja la ubicación de Obama en cualquier teoría de las relaciones internacionales.

Pese a todo, Stephen Walt, profesor de Harvard y uno de los principales representantes del realismo, ha escrito que Obama le parece mucho más realista que él mismo en política exterior. Pero es dudoso incluso que un reputado realista como Kissinger estuviera de acuerdo con Walt, pues siempre ha considerado que todo realismo responde a una estrategia, aunque sus detractores piensen que solo se basa en tácticas de apaciguamiento del adversario. Por lo demás, el periodista de The Financial Times, Gideon Rachman, que denunció hace pocos años el “mundo de suma cero” por el que se desliza el escenario internacional, criticaba la “confesión” de Obama de que carece de estrategia en Irak, aunque probablemente sea un lapsus no buscado. En contraste, Walt intentaba demostrar en Foreign Policy que el realismo impregna la diplomacia de Obama desde la época de su campaña electoral. En aquel lejano 2008 le preguntaron cuáles eran sus películas favoritas y respondió que El Padrino I y El Padrino II, donde encontramos este consejo del patriarca del clan Corleone: “Mantén cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos”.  Walt lo aplica a la actitud conciliadora de Obama hacia Rusia, China o Irán, lejos de toda retórica belicista que habría traído mucho más problemas. Desde esta perspectiva, la cautela inicial de Obama ante el conflicto sirio aparece como una virtud: si se hubiera armado a los rebeldes ¿no se habría alimentado el poder del Estado Islámico ( EI)? Y el propio Estado Islámico no representaría una amenaza directa a EEUU. Si es así, ¿no es mejor que Washington conceda un apoyo limitado a los kurdos, al  gobierno de Bagdad o al régimen sirio para derrotar al EI?  Por seguir interpretando más acontecimientos, Walt considera que Netanyahu ha sido humillado en Gaza. Hamás ha saludado el armisticio con más entusiasmo que los israelíes. ¿Quién sabe si esto contribuirá al ocaso de la carrera política del primer ministro israelí, sustituido en un futuro próximo por un político de una línea más apaciguadora?

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Según Walt, la actitud de Obama en Asia es la correcta: una mezcla de contención y cooperación con China, dados los fuertes vínculos económicos entre las dos grandes potencias. De acuerdo con esta interpretación, la red de alianzas de Washington en Asia se mantendrá, pero los norteamericanos no aplicarán a China ni la retórica ni las actitudes mantenidas hacia la URSS durante la guerra fría. Respecto a la crisis de Ucrania, Walt llega a una aplastante conclusión: los más perjudicados son Rusia, Ucrania y Europa. Desde luego, no EEUU. Y la salida solo podría ser la resignación de Kiev a ser un Estado neutral entre Rusia y Europa.

Esta es la imagen de Obama que nos presenta Stephen Walt: frío y calculador, que deja que los adversarios se peleen y desgasten entre sí. Sin proclamar un aislacionismo al estilo del siglo XIX, velaría exclusivamente por los intereses de EEUU. ¿Es esto la cumbre del realismo? Más bien es la del pragmatismo o la del tacticismo. No vemos por ningún lado planes preconcebidos al estilo de Don Corleone. Un realista como Kennan tenía una estrategia definida, lo que equivale a un objetivo o un fin: la derrota por medio de la contención del adversario soviético, pues estaba convencido que el sistema comunista llevaba dentro de sí las semillas de su propia destrucción. Un Kissinger quería resucitar el sistema de concierto de potencias europeo del XIX a escala mundial por medio de la apertura a China, pues el sistema bipolar daba síntomas de agotamiento. Sin embargo, Obama ha dado muestras de reaccionar a remolque de los acontecimientos y ha conseguido que a la inacción o a las reacciones limitadas se las llame prudencia o diplomacia inteligente. El presidente parece haber obrado así en función de una opinión pública cansada de aventuras exteriores. Es muy probable que otro presidente, demócrata o republicano, hubiera tenido reacciones similares a las de Obama en las crisis internacionales. Sin ir más lejos, Hillary Clinton, que se distancia ahora de su política exterior pensando en las primarias de 2016.  Mas lo peor que puede sucederle al presidente de la primera potencia mundial, el que antes era llamado líder del mundo libre, es que la opinión pública de su propio país esté perdiendo su confianza en él como conductor de la política exterior. A esa opinión no le gustan los líderes supuestamente fríos y calculadores. Se puede ser calculador, pero hay que transmitir a los ciudadanos el entusiasmo y la determinación de los grandes presidentes del siglo XX. Entre ellos también había demócratas como Obama. Sin ir más lejos, Roosevelt y Kennedy.


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