El error estratégico de Putin

Profesor Sir Lawrence Freedman
(CC Chatham House)

Lawrence Freedman es un destacado especialista británico en cuestiones militares y un estudioso del pensamiento estratégico desde el puesto de profesor del King’s College de Londres que desempeñó durante décadas. Su principal obra es Estrategia (2013), un obligado libro de consulta que va más allá de la estrategia militar. Este erudito del presente y del futuro de la guerra ha escrito un artículo para Foreign Affairs (julio-agosto 2022) en el que hace unas interesantes reflexiones sobre el conflicto de Ucrania bajo el título de Why War Fails.

Según Freedman, Rusia, o mejor dicho Putin, ha cometido un serio error estratégico, que ha ido acompañado de diversos errores tácticos, y esto permite pronosticar que Putin ha perdido la guerra, aunque sus tropas arrebaten territorios a los ucranianos en el Donbás y en el sur del país. El planteamiento de Putin, que muchos occidentales consideraban correcto antes e inmediatamente después de la invasión, parte de la idea de que el poder militar consiste en poseer una superioridad en armamentos y en la adecuada capacidad de usarlos. A esto se ajusta la “operación militar especial”, otro nombre de la clásica guerra relámpago, de la que habló el presidente ruso en febrero. Por tanto, el poder militar solo se mediría en potencia de fuego.

Freedman está en desacuerdo porque hay que tener también en cuenta los recursos de que dispone el enemigo, así como las contribuciones de sus aliados y amigos para darle asistencia. El analista británico insiste además en la calidad del armamento, su mantenimiento y la preparación y motivación de quienes lo utilizan. Freedman contrapone también la cadena de mando más flexible, que existe en el lado ucraniano y que da mayor protagonismo a los comandantes locales, mientras que en el lado ruso la cadena de mando es más jerárquica y no deja ninguna iniciativa a los subordinados. A esto podríamos añadir la existencia de mercenarios chechenos y sirios, supuestamente más curtidos en operaciones de “limpieza”, pero precisamente por ello, más odiados por los resistentes ucranianos.

Además, hay que valorar la capacidad de la economía de sostener el esfuerzo de guerra, así como las cuestiones de logística. Creer meramente en la superioridad militar lleva a subestimar al enemigo y poner excesiva confianza en las propias fuerzas. Freedman subraya que este ha sido el error de Putin, pero también lo fue el de los occidentales en Afganistán e Irak, que en pocas semanas declararon el final de las operaciones militares y no quisieron darse cuenta de lo que vendría después. No valoraron la animosidad y el afán de resistencia de una gran parte de la población. A Putin le ha sucedido otro tanto con Ucrania. Por tanto, si hubiera un armisticio, porque un tratado de cesión de territorios no sería aceptable para Ucrania, las dificultades para los rusos en los territorios ocupados seguirían existiendo. Habría un estado de guerra no declarado a uno y otro lado de los límites territoriales marcados por la fuerza de las armas. Un “conflicto congelado” a gran escala, enquistado y sin atisbos de solución.

En opinión de Freedman, Putin se ha confiado en su propio juicio y ha sobrevalorado las victorias rusas en Chechenia, Georgia y Siria, aun al coste de una política de “tierra quemada”. Pero también se ha equivocado al pensar que podría repetir a mayor escala la anexión de Crimea y el apoyo a los separatistas del Donbás. Entonces llevó a cabo una guerra híbrida para la que los ucranianos no estaban preparados. Ahora lo ha confiado todo a la potencia de fuego. No parece haber consultado a ningún experto sobre Ucrania. Se ha creído su propia propaganda y su visión de la historia que desarrolló en un artículo de 5.000 palabras, publicado en la web del Kremlin en julio de 2021. La potencia militar sin un objetivo claro y definido, más allá del mensaje de la “desnazificación”, tiene sus límites, aunque se trate de uno de los supuestamente mejores ejércitos del mundo como el ruso. Esta es la tesis de Freedman.

Concentrarse en el Donbás sería una opción más realista para Putin, convencido de que puede conquistar territorios, aunque sea de un modo lento. Ya no debe esperar una victoria rápida y tampoco ha querido decretar una movilización general con motivo del 77º aniversario del final de la “gran guerra patriótica” que se conmemoró el pasado 9 de mayo. Mientras Ucrania mantenga una estrategia defensiva en el Donbás, los rusos no parecen preocuparse demasiado. El problema es la adopción de una estrategia ofensiva que lleve a los rusos a retroceder. Sería inaceptable que los ucranianos intentaran recuperar Crimea. Al ser ahora un irrenunciable territorio ruso, se esgrimiría la posibilidad de Moscú de amenazar con el uso de un arma nuclear táctica. Pese a todo, Putin cree que el tiempo juega a su favor, y que los occidentales, especialmente los europeos, terminarán dando signos de cansancio en su apoyo militar a Ucrania. Las dificultades económicas, y en particular las energéticas, serán un inevitable baño de realismo. Pero convendría recordar que la declaración de un armisticio, al que se vieran forzados los ucranianos, tampoco supondría el levantamiento inmediato de las sanciones a Rusia.

He leído también un interesante artículo del profesor Marek Węcowski, del departamento de Historia Antigua de la universidad de Varsovia, en el que hace una invitación a leer a Heródoto para comprender la guerra de Ucrania, y en esto coincide con aquel gran periodista polaco que fue Ryszard Kapuściński, cuyo último libro fue Viajes con Heródoto. En él hizo interesantes comparaciones de los conflictos contemporáneos con los que opusieron a las ciudades griegas contra el Imperio persa. Węcowski hace la misma analogía, e incluso compara a Putin con el rey Creso de Lidia, que atacó al rey persa Ciro esperando obtener una victoria rápida y aumentar sus dominios. Pero el resultado fue el contrario para aquel monarca rico y todopoderoso. Poco antes, el oráculo de Delfos había contestado la pregunta de Creso sobre si ganaría la guerra, en estos términos: “Vas a destruir un gran país”. Creso creyó que se refería a Persia y esto le animó a desencadenar la guerra.

Putin, al igual que Creso, habría cometido un serio error estratégico. En esto coinciden Freedman y Węcowski. Mas lo cierto que el presidente ruso nunca admitirá una derrota, lo que conlleva la perspectiva de una guerra prolongada.


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