Mearsheimer, Ucrania y el verdadero realismo

Un hospital materno-infantil bombardeado en Mariúpol, 9 marzo 2022 (CC Ministerio de Defensa de Ucrania)
Un hospital materno-infantil bombardeado en Mariúpol, 9 marzo 2022 (CC Ministerio de Defensa de Ucrania)

John Mearsheimer, profesor de Ciencia Política en la universidad de Chicago, es uno de los principales representantes del realismo en las relaciones internacionales, hasta el punto de que su teoría ha sido calificada de “realismo ofensivo”, quizás porque no repara en ser cruda. Su libro The Tragedy of Great Powers Politics se ha convertido en una obra clásica para los estudiosos de la geopolítica.

Confieso que en una ocasión estuve tentado de emplearla como guía en mis clases de historia contemporánea, pues el libro abarca desde las guerras napoleónicas hasta el ascenso de China como gran potencia, que Mearsheimer cuestiona el que sea pacífico. Pensaba además que los abundantes mapas y gráficos de la obra ayudarían muy especialmente a dar amenidad a las clases. Sin embargo, el paso del tiempo ha aumentado mi escepticismo sobre esas teorías que dan preferencia casi exclusiva a los factores territoriales. No es casualidad que en los nacionalismos importan más los territorios que las personas, con la excepción de aquellas que son de la misma ideología, etnia o clan.

Los mapas, aunque presenten también factores económicos, no reflejan por completo la realidad, ni de la política ni de la vida. Creer solo a los mapas puede llevar a graves errores estratégicos, como el que debieron de cometer los militares chinos en su guerra contra Vietnam en febrero de 1979. Se cuenta que solo tenían a su disposición mapas de la época de la dinastía manchú, finalizada en 1912 con la llegada a China de la república. Es evidente que el desconocimiento del terreno influiría en la retirada de los chinos tras catorce días de combates. Los análisis internacionales basados casi exclusivamente en el determinismo, de los mapas o de los líderes políticos, siempre serán insuficientes para comprender la realidad, aunque presuman de realismo y sean ornamentados con expresivas citas de Sun Tzu, Tucídides o Maquiavelo. Otro problema es que cierto realismo piensa más en el mundo anterior a 1914 que en el mundo presente de 2022.

Mearsheimer ha estado de actualidad por unas declaraciones a The Economisten las que atribuía la invasión de Ucrania a la expansión de la OTAN, sobre todo a partir de la cumbre de Bucarest (2008), en la que se contempló la posibilidad de que Ucrania y Georgia se unieran a la Alianza. El eco de esta entrevista llegó a Lavrov, el ministro ruso de asuntos exteriores, que validó en un tuit el 28 de febrero la opinión del profesor norteamericano.

Las tesis de Mearsheimer sobre Ucrania son continuadoras de las expresadas en el libro citado anteriormente: la política de las grandes potencias desconfía de la expansión de una potencia extranjera cerca de sus fronteras. No confía en ese optimismo de la posguerra fría, del fin de la historia y del triunfo de un orden liberal. Insiste en que Estados Unidos debería comprender las inquietudes geopolíticas de Rusia y recuerda la Doctrina Monroe, por la que Washington se opuso a toda intervención europea en el continente americano, o más recientemente pone en duda la estrategia estadounidense en la invasión de Irak en 2003, que no tuvo el efecto dominó de expandir la democracia en Oriente Medio. Por lo demás, el realismo de Mearsheimer, al igual que el de otros analistas anteriores, se sustenta exclusivamente en la geografía, la economía y la potencia militar. Es una lógica inexorable, aunque el autor no niega la agresión de Rusia contra Ucrania.

La guerra de Ucrania contemplada desde un análisis realista lleva a algunos a afirmar que no podemos dejarnos llevar por reacciones emocionales como las que suscitan las imágenes de las atrocidades atribuidas a los rusos. Nos dicen que la realidad es tan compleja que no podemos dejarnos arrastrar por el maniqueísmo, y que en las guerras no hay buenos ni malos y que los dos bandos pueden cometer atrocidades. Eso es completamente cierto, pero a mí el problema me surge cuando los horrores, o sus efectos, son innegables. Hay quien piensa que casi toda la información es propaganda, y que, si ciertas atrocidades son verdaderas, son lamentables daños colaterales, evitables si alguien no hubiera provocado a los agresores. Una conclusión es, por ejemplo, que, si la expansión de la OTAN no se hubiera producido, ni Ucrania hubiera perdido territorios ni tampoco miles de vidas. El argumento más perverso de los que piensan así podría ser incluso que el gobierno ucraniano está utilizando a su población como escudos humanos.

Sin embargo, no todo es cuestión de la OTAN. La adhesión de Ucrania a la Alianza tenía un corto recorrido. Bastaba el veto de uno de los treinta países miembros para que se paralizara. No existía esa unanimidad, y sigue sin existir ahora. Rusia no debía de ignorarlo, pese a insistir en ello. Sin embargo, ha habido otros argumentos más convincentes para la “operación militar especial”: el nacionalismo ucraniano al que había que combatir con la “desnazificación”, las reivindicaciones territoriales rusas sobre Crimea y el Donbás, la consideración de Ucrania como un país artificial y la afirmación de que ucranianos y rusos constituyen un mismo pueblo…

Por muchas referencias que haga a la historia, el realismo geopolítico no suele tomar en consideración que las guerras de agresión no suelen dar buenos resultados para quienes las desencadenan. Están los ejemplos de las dos guerras mundiales, aunque no son los únicos. En el caso de Ucrania se ha confiado demasiado en la metahistoria y se han minusvalorado las reacciones contrarias, especialmente la resistencia ucraniana. Una cosa es luchar por la propia supervivencia y otra alimentarse casi exclusivamente de referencias históricas e ideológicas. Eso lleva a perder el contacto con la realidad, a ignorar la dimensión humana de los acontecimientos y que estos siempre tienen consecuencias morales. El verdadero realismo no debería descuidar nunca los factores humanos.


3 Responses to “Mearsheimer, Ucrania y el verdadero realismo”

  • Daniel Rivadulla Says:

    No comparto las tesis realistas del Prof. Mearsheimer, pero después de tanto idealismo buenista, tanto norteamericano como europeo, considero muy útiles estás tesis, comparativamente hablando,
    porque, para bien o para mal, la crudeza de la realidad siempre se impone… Con

  • Daniel Rivadulla Says:

    No comparto las tesis realistas del Prof. Mearsheimer, a quien he escuchado en alguno de sus seminarios. Pero después de tanto idealismo buenista,norteamericano como europeo, considero muy útiles estás tesis,comparativamente hablando, porque, para bien o para mal,la crudeza de la realidad política siempre se impone…

    • antoniorubioplo Says:

      Daniel, lo que quería expresar que el realismo que solo tiene en cuenta los territorios y no valora los factores étcos y sus consecuencias , no es demasiado realista. La imagen de una fosa común, de la que no se puede negar el hecho ni sus autores, puede ser más impactante que una banderita clavada en un mapa.