Un discurso histórico del canciller alemán

El canciller alemán Olaf Scholz se dirige al Bundestag el 27.02.2022

El discurso del canciller alemán Olaf Scholz ante el Bundestag, convocado de urgencia el domingo 27 de febrero, puede calificarse, sin temor a banalizar el adjetivo, de histórico.

Scholz es socialdemócrata y la socialdemocracia alemana suele asociarse, en no pocas ocasiones, con adoptar posturas tibias y comprensivas respecto a Rusia. Por otra parte, la actitud de este partido, aunque también de otras formaciones políticas, se relaciona con los intereses económicos y comerciales de Alemania, tradicionalmente muy vinculados a Rusia. Esa perspectiva ha cambiado drásticamente con la intervención del canciller en sede parlamentaria.

Sin embargo, el discurso de Scholz no solo afecta a la política exterior alemana. También está llamado a influir en la política interior, pues el partido democristiano (CDU), encabezado durante dos décadas por Ángela Merkel, se encuentra desorientado y sin rumbo tras haber perdido el poder sustituido por una coalición, hasta ahora insólita, de socialdemócratas, verdes y liberales. Se diría que Scholz no pretende ser un canciller de transición, piloto de una coalición de socios con el riesgo de continuas discordias. Antes bien, Putin le ha brindado la oportunidad de hacer historia.

En los últimos meses se escucharon elogios al legado de Merkel, se la calificó de la última gran líder europea frente a otros gobernantes mediocres, pero ahora el discurso de Scholz puede ser interpretado como una enmienda a la totalidad de la era Merkel. La canciller no tuvo una relación fácil con Putin, y hoy se le reprocha haber acentuado la dependencia de Alemania del gas ruso, sobre todo por su decisión de clausurar la producción de energía nuclear. También se le ha acusado de tibieza ante la política exterior rusa. Algunos de estos reproches pueden ser exagerados e injustos, pero el escenario internacional ha cambiado de la noche a la mañana. Los gobiernos de Merkel han pasado a la historia, una historia que da la impresión de ser bastante lejana en el tiempo.

Tal y como decía Scholz en su discurso, el 24 de febrero de 2022 marca una fecha en la historia del continente europeo, porque Putin ha desencadenado una guerra de agresión a sangre fría. Scholz deja las medias tintas en el lenguaje, como lo de “operación militar especial”, para otros. Considera que es una violación del derecho internacional sin justificación alguna. Putin ha dado marcha atrás al reloj para volver a la era de las grandes potencias del siglo XIX. Todo un contraste con aquellos que se apoyan en argumentos históricos y geopolíticos para “comprender” la actitud rusa. En efecto, es frecuente encontrar esos argumentos en artículos y debates, y de ellos solo podría sacarse la conclusión de que a Rusia no le ha quedado otra opción que enviar sus tropas a Ucrania. Todos esos argumentos deberían ceder, aunque no lo hacen, ante el hecho de que un país soberano ha sido invadido por otro cuyo presidente niega la existencia del país agredido.

Scholz aludió a que Putin acostumbra a hablar de que la seguridad en Europa es indivisible, pero esa indivisibilidad la entiende de modo muy distinto a la de otros países europeos. El canciller alemán afirma que el presidente ruso solo busca establecer áreas de influencia por medio de la fuerza. Tiene además sobradas razones para creer que Putin no se doblegará por el momento, aunque tenga que pagar el alto precio de las sanciones. Podríamos añadir que estará bien pagado si eso supone la recuperación del territorio que está en los orígenes de la nación, que se remontan al primitivo estado de la Rus de Kiev, establecido a finales del siglo IX. Si Putin quiere “construir un imperio ruso”, en expresión de Scholz, cabe añadir que aumentará el esfuerzo militar para derrotar la resistencia de los ucranianos. No está en sus planes admitir una derrota y contempla el resultado final como una anexión de una parte del territorio ucraniano y la neutralización del resto.

Aunque la guerra finalizara rápidamente o se estancara, Alemania tiene que asumir la nueva realidad creada por Putin, pues “el mundo no volverá a ser como antes”. De ahí el anuncio de Scholz de alcanzar el 2% del PIB para gastos de defensa, en sintonía con las recomendaciones de la OTAN, o el propósito de acumular reservas de gas licuado para reducir la dependencia energética.

Del discurso de Scholz sale una Alemania más comprometida con los aliados y la OTAN, y con un papel reforzado en la UE, sobre todo tras los infructuosos intentos de Macron de impedir la invasión rusa.

Si la resistencia ucraniana hubiera durado 48 horas, no se habría producido seguramente esta reacción de Alemania, ni tampoco la de otros países. Precisamente por eso a Putin le interesa doblegar drásticamente la resistencia de Ucrania y esgrimir el uso del arma nuclear, sin descartar incluso utilizarla con un objetivo limitado, para que la situación militar se revierta a su favor en poco tiempo. Pero es difícil someter a un pueblo con una simple victoria militar o con la conquista de su capital al estilo de las campañas de Napoleón. Recordemos que el emperador entró en Madrid, Berlín, Viena y Moscú, si bien al final cosechó la derrota.

Scholz es partidario de mantener canales de comunicación con los rusos, pese a que la situación sea dramática. Pero también ha advertido que no que hay que ser ingenuos y reducir la diplomacia a un hablar por hablar. El verdadero diálogo es el que existe voluntad de compromiso por ambos lados. El canciller alemán no lo ve en el lado de Putin.


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