Olvidar Ucrania

Vladímir Putin (foto: kremlin.ru)

El 22 de junio pasado se cumplieron ochenta años de la invasión de la URSS por las fuerzas del Tercer Reich. Con motivo de este aniversario, el presidente ruso, Vladímir Putin, publicó un artículo en el diario conservador Die Welt, cuyo título es significativo: “Estar abiertos a pesar del pasado”. No es la primera vez que la efeméride del 22 de junio es utilizada para relacionarla con el momento actual y pasar página. Sin ir más lejos, en 1994 sirvió para la firma entre Rusia y la OTAN del acuerdo Partnership for Peace, un marco de cooperación estratégica que se haría extensivo a la gran mayoría de los países de Europa central y oriental y que, en la mayoría de los casos, marcaba un preludio para adherirse a la Alianza.

Esos tiempos quedan muy lejanos, pues era la época de Clinton y de Yeltsin. Hace tiempo que Rusia ha pasado página y cree más en la geopolítica que en la seguridad por la cooperación, si es que alguna vez llegó a creer en ella. “Estar abiertos a pesar del pasado” sería un título engañoso si pensáramos que el presidente ruso se refiere a los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Fría. Putin no alude a ese pasado sino a otro mucho más reciente, y por si no estuviera claro, lo subraya en su artículo. El pasado que hay que dejar atrás se llama, ni más ni menos, que Ucrania. Hay que aceptar, por tanto, el statu quo y no preconizar una imposible vuelta atrás a 2014. Putin insiste en que la anexión de Crimea y el conflicto en el este de Ucrania fue una opción que resultó forzosa para los rusos. Una reacción ante el golpe de Estado, promovido por nacionalistas ucranianos, que hizo huir al presidente legítimo, Víktor Yanukóvich. El objeto de la intervención habría sido proteger a los ciudadanos de origen ruso, que en Crimea más tarde se pronunciarían con un referéndum a favor de la integración de su territorio en la Federación Rusa. Por tanto, no hubo ninguna anexión forzosa.

Son los mismos argumentos que el Kremlin lleva repitiendo hace más de siete años, que solo convencerán a los que estaban previamente convencidos. Pero el olvido del pasado se preconiza, sobre todo, desde la Realpolitik. En este sentido, Putin afirma desear la restauración de una amplia asociación con Europa, desde Lisboa a Vladivostok, pues existen asuntos de interés mutuo: “seguridad y estabilidad estratégicas; salud y educación; digitalización; energía; cultura, ciencia y tecnología; cambio climático y problemas medioambientales”. A continuación, el presidente ruso se refiere a antecedentes de cooperación germano-rusos. En la década de 1970 hubo un acuerdo para garantizar el suministro de gas natural a Europa que, según Putin, estableció los fundamentos “para una constructiva interdependencia que ha dado lugar a los grandes proyectos que han seguido como el gasoducto Nord Stream”. Esta referencia histórica es un elogio implícito de la Ostpolitik, la apertura al este en los años de la distensión protagonizada por el canciller socialdemócrata Willy Brandt. No es casual que el partido de los socialdemócratas alemanes pusiera como condición para formar parte de la “gran coalición” con los democristianos de Merkel la continuidad del proyecto del Nord Stream, pues su correligionario, el excanciller Gerhard Schröder, ocupa la presidencia de la sociedad que explota el gasoducto y la del consejo de administración de la petrolera estatal rusa Rosneff desde 2017.

¿El artículo de Putin puede ser interpretado como una advertencia contra un posible ingreso de Ucrania en la OTAN? Después de la cumbre de la Alianza en Bruselas, preguntaron a Joe Biden sobre si existía esa posibilidad, aunque el presidente norteamericano no dio una respuesta concreta. Tan solo insistió en que para lograr ese objetivo Ucrania tendría que combatir más decididamente la corrupción. A esto podríamos añadir que algunos países vecinos de Ucrania, miembros de la Alianza, tienen llamativos índices de corrupción. Sin embargo, Volodímir Zelinsky, presidente ucraniano, aseguraba poco antes que la OTAN seguía dando luz verde a la admisión de Ucrania. Pero Putin sabe bien que no se alcanzará un consenso de los treinta miembros de la Alianza y que, probablemente, Alemania y Francia sean, como en otras ocasiones, los más reticentes.

Con todo, existe una posibilidad de que Ucrania emprenda el camino hacia la OTAN: su admisión en el MAP (Membership Action Plan), requisito indispensable para llegar a la meta. Si se produjera algún día esa noticia, Rusia se indignaría y Ucrania mostraría su satisfacción, pese a que en este país el tema sigue siendo controvertido. Las tensiones con Rusia tendrían que ser muy elevadas para que tuviera lugar este hecho, que seguramente se haría extensivo a la candidatura también “congelada” de Georgia. Pero también debemos pensar en otra posibilidad: ser admitido en el MAP no significa necesariamente que el proceso se culmine. Es sabido que cualquier cambio en la política interna de un país puede modificar radicalmente sus opciones en política exterior. Pese a todo, Ucrania tendrá que seguir insistiendo para no ser arrojada de la agenda europea, en nombre de otros intereses. Vivirá durante largo tiempo la incómoda situación de negociar con un país que ocupa una parte de su territorio.

Olvidar el pasado reciente, olvidar Ucrania. Tal es el mensaje de Putin a Alemania y a Europa.


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