Setenta años de la OTAN: un aniversario deslucido

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, se dirige al Congreso de EE.UU. el 3-04-2019. Detrás, el presidente del Senado y vicepresidente de EE.UU., Mike Pence, y la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.

Setenta años del tratado de Washington que dio lugar a la Alianza Atlántica. Este aniversario redondo de la OTAN, de este 4 de abril, ha sido más deslucido que otros aniversarios precedentes.

En 1999 hubo una cumbre de jefes de Estado y de Gobierno en Washington, aunque el interminable conflicto de Kosovo deslució la conmemoración, y en 2009 se produjo una celebración conjunta en tierras franco-alemanas para resaltar el vínculo trasatlántico entre europeos y norteamericanos, con un Obama apenas estrenado en la Casa Blanca.

Por el contrario, en 2019, la conmemoración ha sido en Washington, aunque sin la presencia de altos mandatarios. Tan solo han acudido los ministros de Asuntos Exteriores de los 29 miembros de la Alianza, probablemente porque la mayoría de los líderes políticos occidentales temían alguna salida de tono del presidente Trump.

El secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stolltenberg, ha sido el gran protagonista de la jornada, al poder dirigirse a la Cámara de Representantes y al Senado norteamericanos en sesión conjunta, algo que sucede en contadas ocasiones. Si en la rueda de prensa con el presidente Trump se han mantenido las formalidades, en esta intervención en sede parlamentaria, Stolltenberg se ha sentido en libertad de hacer alguna advertencia que cuestiona el aislacionismo de la diplomacia de Trump, más interesada en los asuntos económicos y comerciales que en las cuestiones político-militares, recordadas a menudo por el mandatario norteamericano para referirse a su elevado coste para Washington.

Trump ve a la OTAN como una alianza para defender Europa, y esa perspectiva solo puede llevar a la conclusión de que a EE.UU. lo único que parece interesarles son los socios comerciales, si es que puede tener muchos un país convertido en campeón del proteccionismo. De puro insistir en la economía, se corre el riesgo de olvidar otras cosas que, aunque algunos las vean como secundarias, no por ello son menos importantes. Estas han sido al respecto las palabras del secretario general de la OTAN: “La fortaleza de una nación no se mide solo por el tamaño de su economía y su poder militar, sino por su número de amigos”. No menos significativa ha sido la reacción de los congresistas al escuchar al final esta frase: “Es bueno tener amigos”. Han prorrumpido en aplausos.

Cuando se configura un “mundo de suma cero” en lo referente a las relaciones internacionales, solo se puede esperar un ambiente de desconfianza e incluso hostilidad. Y lo peor es que esto suceda entre aliados. ¿Aspira a Trump a una política exterior como la de China, en la que el eje conductor son las relaciones económicas? Pero, en ese caso, los chinos lo hacen mejor, aunque parezcan preferir tener socios a tener amigos. Por lo menos, a esos socios tienen algunas contrapartidas que ofrecerles.

La OTAN, perfecta expresión del vínculo trasatlántico, es otra de las víctimas del America First de Trump. Un eslogan que data de hace más de un siglo. Lo empleó para su campaña Woodrow Wilson en 1916 para oponerse a la participación norteamericana en la I Guerra Mundial, pero al año siguiente cambió de idea. Sobre todo lo utilizó Warren Harding, el republicano que ganó la elección de 1920 y marcó el rumbo para una política de aislacionismo. Uno de los representantes más activos de esta política fue el senador por Ohio Robert Taft, sucesor de Harding en su escaño y candidato fallido a la presidencia. En su campaña electoral de 1952 se opuso, por supuesto, a la participación de EE.UU. en la OTAN.

Hay quien piensa que otro presidente, quizás más un demócrata que un republicano, no tendría actitud crítica y de frialdad hacia la Alianza. Lo he puesto desde siempre en duda, pues Obama supo respetar las formas con sus aliados europeos, si bien parecía tener más interés por Asia y el Pacífico. Hace unos días, volví a leer el primer libro sobre la OTAN que se publicó en España, en el temprano 1950. Su autor era Camilo Barcia Trelles, catedrático de Derecho Internacional Público en la universidad de Santiago, un autor que sabía combinar magistralmente la historia, el derecho, la filosofía política y la geopolítica.

En el libro El Pacto Atlántico. La tierra y el mar frente a frente, Barcia Trelles se refiere también al America First. Lo conocía por sus estudios y por haber vivido en suelo norteamericano. Ponía en duda el compromiso norteamericano con los europeos, pese a que eran los tiempos de la guerra fría y comenzaba el conflicto coreano. Transcribo estas palabras del libro , que reflejan la atracción de su autor por el mar: “Ello no significa que se hayan embarcado de modo definitivo en el navío de la cooperación con el viejo mundo; resérvanse, por el contrario, la facultad de abandonar el buque cuando lo estimen exigido por la seguridad de Norteamérica, y como el actual desplazamiento, lo realizan como necesidad y no en cuanto inclinación apetecida y aquietadora, advendrá el desembarco cuando así lo estimen exigido por la seguridad norteamericana”.

Lecturas como esta no sirven para alimentar las esperanzas en otro presidente americano en 2020. La historia demuestra que el aislacionismo presenta múltiples caras. Hay caras adustas como la de Trump, pero también hay otros rostros inexpresivos, o incluso sonrientes. ¿Será así el sucesor del actual inquilino de la Casa Blanca?


Comments are closed.