Rusia y la OTAN tras la cumbre de Varsovia: la tensión en sus justos límites

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No hemos encontrado ningún titular de prensa que diga así: “Crece la tensión con Rusia tras la Cumbre de la OTAN en Varsovia”, ni tampoco ninguna alusión a una rueda de prensa del ministro de asuntos exteriores ruso, Sergei Lavrov, en la que se vertieran fuertes críticas a la reunión de los Jefes de Estado y de Gobierno de la Alianza. Hemos leído, en cambio, un comentario de la portavoz del ministerio, María Zakharova, que podemos calificar de “mesurado”, sin que esto suponga un abandono de los habituales argumentos empleados por la diplomacia rusa.

El comentario de Zakharova es un ejemplo de que las relaciones entre Moscú y los Estados occidentales no están ancladas, pese a las apariencias, en las coordenadas del verano de 2014, poco después de producirse la anexión de Crimea y de recrudecerse el conflicto en Ucrania oriental.  Por un lado, la OTAN sigue siendo fiel a su estrategia de combinar la contención y el diálogo con Rusia.  En este sentido, los términos del párrafo 3 de la Declaración de Varsovia se refieren a “las agresivas acciones de Rusia, incluyendo  las provocadoras actividades militares en la periferia del territorio de la OTAN y su demostrado propósito de alcanzar objetivos políticos por la amenaza y el uso de la fuerza”, y no falta una enumeración de las actividades militares rusas consideradas una amenaza para la estabilidad y seguridad de Europa (párrafos 9 y 10).  Pero, a pesar de todo, incluida la suspensión de la cooperación práctica civil y militar con Rusia, la Alianza reafirma su propósito de mantener el diálogo político por medio del Consejo OTAN-Rusia  y de las líneas militares de comunicación existentes. El objetivo, conforme al párrafo 12, es evitar malentendidos, errores de cálculo o escaladas que lleven a una confrontación no deseada, en el fondo,  por ninguna de las partes. Sin embargo, en el párrafo 15 se reitera la llamada a un cambio de actitud de Rusia para que las cosas vuelvan a la normalidad.

¿Quién cree, de verdad, que se puede volver a la situación anterior a 2014? Es como intentar que la pasta de dientes salida de un tubo vuelva a entrar otra vez dentro. Los occidentales pueden dar a Moscú toda clase de argumentos jurídicos basados en el derecho internacional, pero los rusos no sacrifican sus razones históricas, por no decir geopolíticas, a ningún normativismo, o bien interpretan las normas en función de sus intereses y de unos valores para nada ajenos a su historia secular. Para Moscú, Crimea es un tema que no tiene vuelta atrás y para el que tienen también sus argumentos jurídicos, desde un referéndum hasta las decisiones al respecto del poder legislativo ruso. Respecto al  asunto de Ucrania oriental, lo interpreta como algo que está en manos de Kiev para alcanzar algún tipo de solución que respete los derechos de los ucranianos rusófonos. En consecuencia, habría que ceñirse al statu quo y no obsesionarse con “una ilusoria amenaza del este”, en palabras de Zakharova.  Sí, hay una amenaza a la seguridad en Europa, reconoce la portavoz rusa, pero viene del sur, entendiendo por tal el terrorismo islamista. Está en lo cierto, pues no se puede negar que afecta tanto a Rusia como a Europa, y el hecho de que los atacantes del aeropuerto de Estambul fueran originarios de repúblicas ex soviéticas de Asia Central es un ejemplo entre otros que se podrían citar.

María Zakharova critica en su comentario los intentos de la OTAN de romper el equilibrio de fuerzas en Europa, incluyendo el despliegue del sistema antimisiles de la Alianza, pero al mismo tiempo saluda la reunión, prevista para el 13 de julio, del Consejo OTAN-Rusia. Y en su propósito de no elevar la tensión más allá del nivel existente, la portavoz elogia la propuesta del presidente finlandés, Saulii Niinisto, para mejorar la seguridad aérea en el Báltico.

Corren rumores de una mayor proximidad entre  la OTAN y los dos únicos países nórdicos neutrales, Suecia y Finlandia, e incluso de un proceso de incorporación de ambas naciones a la Alianza, pero es difícil pensar que no estemos ante una situación coyuntural. En el  pasado mes de abril, el partido gobernante en Helsinki apuntó en un documento que Suecia y Finlandia deberían ingresar simultáneamente en la Alianza. Pero el presidente Niinisto, que invitó a Putin a visitar su país recientemente, no está de acuerdo con esta idea, por lo que se ganó las críticas de algunos políticos suecos y lógicamente las de políticos bálticos. En realidad, el mandatario finlandés no dice nada distinto de la posición oficial de la OTAN: “la comunidad internacional debe dejar claro que Rusia actúo de manera incorrecta con respecto a Crimea, pero es importante mantener el diálogo con Moscú”. También dijo algo parecido, en otro contexto, el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, al referirse a la necesidad de mantener el diálogo con Rusia, en beneficio de las dos partes, y a pesar de las sanciones.

La reacción de Rusia a la Cumbre de Varsovia es de alcance limitado, tanto como el de la propia OTAN, que quiere seguir teniendo abierto un foro de diálogo con Rusia. La tensión en sus justos límites.


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