El mundo fragmentado de Zbigniew Brzezinski

En unas recientes declaraciones al diario El País (21-7-2014), el ex consejero de Seguridad Nacional de Carter, Zbigniew Brzezinski demuestra que a sus ochenta y seis años sigue siendo uno de los principales representantes de la doctrina del realismo en las relaciones internacionales. El veterano estratega certifica el fin de las potencias hegemónicas, algo más propio del siglo XX y de centurias anteriores. No es agorero respecto al futuro de EEUU, pues su poder económico y tecnológico sigue pesando en el mundo, aunque reitera que la época en que Washington podía imponer sus puntos de vista a adversarios y aliados ha tocado a su fin.

Los críticos han comparado a Obama con Carter, el presidente que no consiguió la reelección, entre otras cosas, por la humillación que supuso para el prestigio americano la toma de rehenes en su embajada de Teherán. De hecho, hay quien sueña todavía con la llegada de un nuevo Ronald Reagan republicano en 2016 capaz de borrar, como aquel mítico presidente hiciera con Carter, la errática política exterior de Obama. Lo que vemos en las filas republicanas se puede asemejar, desde la óptica del historiador, a los presidentes aislacionistas de entreguerras como Harding, Coolidge o Hoover. No conocemos ningún hipotético candidato republicano asimilable a Reagan, aunque los partidarios de George W. Bush intentaron en vano presentarle como su heredero. Lo más curioso es que hasta Obama, tan proclive a las comparaciones propias con otros presidentes, desde Roosevelt a Kennedy pasando por Eisenhower, elogió hace unos años a Reagan señalando que fue un líder que transformó su país y el modo de hacer política.

No esperemos a un Reagan. El sucesor de Obama, demócrata o republicano, se verá sometido a los mismos condicionantes que el actual inquilino de la Casa Blanca. Conocerá un mundo complejo, según Brzezinski, con “la realidad fragmentada, turbulenta, contradictoria, sin una pauta uniforme, en una u otra dirección”. De hecho, Obama no sería el primer presidente de EEUU que no lidera el mundo sino el primero que es consciente de ello. Se nos está recordando una vez más que la pax americana ha terminado, si es que realmente llegó a existir por completo más allá de los primeros años de la posguerra fría. Como buen realista, Brzezinski quiere buscar la verdad en los hechos,  tal y como decía Deng Xiaoping, un hombre al que el estratega americano conoció en los inicios de su poder y al que sin duda admira. Mientras otros analistas internacionales, y no pocos aliados asiáticos de Washington, preconizan una política de contención de China, similar a la empleada con la URSS, Brzezinski no contesta a la pregunta del periodista español de si cree que China pretende dominar otros países. Zanja la cuestión con un “China está en ascenso. Esto es un hecho” y remata la afirmación con preguntas que no aguardan respuestas: “¿Deberíamos luchar contra ello?, ¿Deberíamos impedir que China tuviese más éxito?”.

El entrevistado no lo dice de modo abierto, pero seguramente que elegiría a China frente a Rusia como socio estratégico de EEUU. Puede que influyan en ello sus orígenes polacos, aunque influye más todavía la gran mutación de la política exterior americana de los años 70: el reconocimiento de un mundo multipolar iniciado por la histórica visita de Nixon y Kissinger a Pekín. De hecho, no han faltado las críticas del estratega americano a la política de Putin en Ucrania en los últimos meses. Incluso ha defendido unas sanciones propias de Washington contra Rusia, sin esperar al difícil consenso en este tema de los miembros de la UE. Y el mismo pragmatismo respecto a China es el que preconiza Brzezinski respecto a Irán, al afirmar que EEUU debería aprovechar que Teherán no desea un ascenso del extremismo sectario en Irak.

Frente al mundo fragmentado y desencuadernado, la receta del experto es más realismo y menos ideologías. Para hacer frente a la desestabilización, hay que cooperar por encima de las diferencias ideológicas y buscar intereses convergentes. Con todo, en la entrevista se echa de menos, quizás porque el contexto no es nada  propicio, la controvertida tesis de su libro Strategic vision: America and the crisis of the global power (2012): hay que incorporar a Turquía y a Rusia a Occidente. Según Brzezinski, Turquía debería ingresar en la UE para ser en Oriente Medio la “prolongación informal de Europa”, algo que pueden compartir un polaco o un británico, pero nunca un alemán. Respecto a Rusia, ésta se interesaría más por Europa como un conjunto, y no por las habituales relaciones bilaterales, si ve más unidad en su política exterior. Sobra cualquier comentario porque todo esto depende más de la UE que de EEUU.  El viejo concepto geopolítico de Occidente hace agua en el mundo fragmentado de Brzezinski.

 

 


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