Bagdad no es Saigón

Hay quien compara una posible toma de Bagdad por los yihadistas del Estado Islámico de Irak y del Levante (EIIL) con la conquista de Saigón por los norvietnamitas en 1975. EEUU ya se había retirado de Vietnam, pero un ejército entrenado por ellos, al igual que el iraquí, no pudo hacer frente a la ofensiva de sus enemigos. En consecuencia, la eventual caída de Bagdad debería ser interpretada como una derrota de EEUU, casi como una venganza tardía del suní Sadam Hussein, que no era precisamente un islamista. Este paralelo histórico no es correcto, como tampoco lo ha sido, pese a las apariencias, la comparación de Irak con Vietnam durante los años que duró la presencia militar americana en el país árabe. Una comparación incorrecta no solo por el número de bajas sino, sobre todo, por el hecho de que Washington obtuvo desde 2007 una victoria parcial sobre los partidarios de Al Qaeda, gracias a la alianza con los suníes, en el marco de la estrategia contraterrorista del general Petraeus.

Obama no va a apostar por salvar al gobierno del presidente Nuri al Maliki, a quien acusa de haber llevado a cabo una política sectaria favoreciendo a los chiíes frente a los suníes. De hecho, el  espectacular avance del EIIL en amplias zonas de Irak, incluyendo la decisiva toma de Mosul, puede explicarse como la respuesta suní a la política sectaria ejercida desde Bagdad. Washington no quiere implicarse en ataques aéreos selectivos contra el EIIL para ayudar a un gobierno que nunca ha dado muestras de ser aliado suyo, más allá de acuerdos puntuales, y que ha hecho oídos sordos a sus llamamientos de reconciliación para preservar la unidad del país. La postura oficial de EEUU es la defensa de la integridad territorial iraquí y la cooperación entre los diversos grupos étnicos, en lo que coincide con el ayatolá chií Al Sistani. Los norteamericanos consideran que una guerra de tipo sectario no es su guerra. Y precisamente ese carácter sectario favorece la partición de Irak. ¿Avanzarían los yihadistas del EIIL más allá de Bagdad, en pleno corazón del dominio chií? ¿Qué posibilidades tendrían las milicias chiíes de Al Sadar, que están reforzando a un ejército en retirada, de controlar zonas en el centro de Irak, de predominio suní? Otra consecuencia del sectarismo es que el Kurdistán iraquí consolida más todavía su independencia de facto, tal y como se ha visto en su ocupación de Kirkuk? Un Kurdistán plenamente soberano alteraría el viejo equilibrio geopolítico en Turquía y Siria, si no lo está alterando ya.

En los últimos días el EIIL ha ralentizado su avance hacia Bagdad para consolidar sus posiciones en Siria e incluso en la frontera jordana. Los yihadistas hacen tabla rasa de los límites artificiales, el acuerdo secreto Sykes-Picot de 1916, con los que Francia y Gran Bretaña se repartieron los despojos del Imperio otomano. Si han dado el paso, hasta ahora inédito salvo en el caso del Afganistán de los talibanes, de intentar crear algo parecido a un Estado, es porque están convencidos de la debilidad de sus enemigos chiíes y porque han sabido capitalizar el descontento suní en Irak y Siria. Unos ataques aéreos norteamericanos, o el uso de drones, no les van a detener. Su único punto débil es que es la mayoría de la población suní de Irak se vuelva contra ellos por no soportar su radicalismo. Pero de poco valdrá si no hay la alternativa de un Irak más o menos unido, por encima de las divisiones sectarias. Si no hay alternativa iraquí, el resultado será un Talibanistán en Oriente Próximo. Lo malo es que algunos vecinos de Irak no les parecerá tan mal esta opción, aunque no lo digan abiertamente, con tal de que contribuya a debilitar las aspiraciones hegemónicas de Irán en la región.


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