Ucrania: ¿Una “Tormenta a las puertas”?

El artículo publicado en diversos diarios del mundo por el Project Syndicate y escrito por la ex primera ministra ucraniana y candidata presidencial aventajada, Yulia Timoshenko, tiene referencias históricas de un tono inquietante. Tras la lectura de  La tentación de Yalta en Ucrania http://www.project-syndicate.org/print/yuliya-tymoshenko-warns-against-vladimir-putin-s-recent-proposals-for-resolving-the-ukraine-crisis/spanish, no es difícil pensar en Checoslovaquia (1938), Polonia (1939) o los Estados Bálticos (1940), por no citar otros ejemplos de países que en la II Guerra Mundial sucumbieron ante la arrolladora máquina militar de vecinos poderosos como la Alemania hitleriana o la URSS.

El hecho de que Ucrania esté desapareciendo de las primeras páginas de los medios de comunicación produce en Timoshenko más preocupación que tranquilidad. No duda en comparar el momento presente con los ocho meses transcurridos entre la invasión alemana y soviética de Polonia con la guerra relámpago desencadenada por Hitler contra Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Francia en mayo de 1940. Es lo que los historiadores llamaron la “falsa guerra”. Timoshenko consigue transmitirnos en su artículo la sensación de “tormenta a las puertas”, por citar el título de Churchill en uno de los volúmenes de sus memorias de guerra.

El temor principal de la ex primera ministra es que su país se convierta en objeto de una transacción entre Moscú y Washington, un nuevo Yalta como el de 1945, que marque una línea divisoria en Europa, con la circunstancia añadida de que Yalta, al estar situada en el sur de Ucrania, caerá otra vez del lado ruso. No lo dice Timoshenko, pero la Administración Obama no quiere romper todos los puentes de entendimiento con Rusia, a la que necesita para salvar la cara en Siria, Irán y Afganistán, y dedicarse así mejor a Asia-Pacífico, su principal zona geopolítica de interés en el siglo XXI.

La ex primera ministra no contempla una invasión inminente del este y sur de Ucrania por fuerzas rusas. Considera mucho más peligrosa la “ofensiva de paz” desencadenada por Moscú en favor de la federalización de Ucrania, aplicada a las áreas rusófonas. Timoshenko es originaria de  Dnipropetrovsk, en el este del país, y acaso en otras circunstancias hubiera defendido un modelo federal para Ucrania. Sin embargo, ahora lo rechaza, pues daría lugar a una docena de Crimeas que serían, tarde o temprano, la coartada de Rusia para la anexión. Por lo demás, la candidata presidencial critica la elaboración por Moscú de un libro blanco que denuncia violaciones contra el derecho internacional y el derecho humanitario de las nuevas autoridades de Kiev. El hecho de que Rusia no reconozca ninguna legitimidad al gobierno ucraniano le resulta también preocupante. No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta que esa falta de reconocimiento puede llegar a convertirse en una invitación al uso de la fuerza en defensa de los derechos de la población rusófona.

Tras la lectura del artículo de Timoshenko, es sencillo llegar a la conclusión de que las elecciones presidenciales del 25 de mayo no cerrarán la crisis de Ucrania. Si gana Timoshenko, tal y como predicen los sondeos, las relaciones con Moscú no mejorarán ostensiblemente, pese a que durante el gobierno de la ex primera ministra, llegó a cultivarse un cierto clima de cordialidad con Putin. Pero tras la anexión de Crimea, Yulia Timoshenko ya no puede asumir el papel de defensora de una Ucrania en equilibrio entre Occidente y Rusia. El nacionalismo en ascenso juega a favor de una “occidentalización” del país. Pero el problema es que ni EEUU ni Europa, pese a toda su retórica, están dispuestos a enfrentarse a Moscú con sanciones económicas sustanciales, y menos todavía con medios militares. La vieja geopolítica del equilibrio y de las áreas de influencia está más viva que nunca. Timoshenko grita al final de su artículo: “Nos negamos a desempeñar el papel de desdichada víctima en los futuros libros de historia”. Pero esa afirmación es al mismo tiempo un reconocimiento de la soledad que se cierne sobre Ucrania.


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