El sueño del Pacífico de John Kerry

El discurso más importante del secretario de Estado, John Kerry, en los meses iniciales de su mandato fue pronunciado el pasado 22 de abril en Tokio. Podemos calificarlo de discurso dedicado al Sueño del Pacífico, bien diferente del Sueño Chino que fue expuesto por Xi Jinping en su toma de posesión como presidente de China.

Esta intervención pública de Kerry pretende ser clarificadora para quienes conciben la presencia norteamericana en Asia y el Pacífico en términos preferentemente militares, El Sueño del Pacífico de Kerry no se ajusta a estos parámetros clásicos que implican la superioridad aérea y naval de EEUU en el océano más extenso del planeta. Antes bien, el término clave empleado por Kerry es el de “crecimiento”, lo que supone reconocer la primacía de lo económico. Una política de equilibrio respecto al coloso chino, que cuenta con 1300 millones de habitantes y cuyas ambiciones globales son conocidas, resulta de corto alcance si se ciñe al ámbito de lo militar. De ahí que haya que replantear la política exterior de EEUU en un mundo de equilibrio de potencias en términos diplomáticos, económicos y culturales. El problema es que los asuntos de Oriente Medio, pueden restar energías a los proyectos americanos en Asia y el Pacífico. En Oriente Medio Washington sigue jugándose su credibilidad, incluso entre sus socios europeos, aunque la región esté dejando de formar parte de sus prioridades estratégicas. Ahora mismo estas son más importantes en el Golfo Pérsico que en el Próximo Oriente, con lo que esto tiene de riesgo para un nuevo estancamiento del conflicto israelo-palestino.

Por otro lado, Asia sigue creciendo como el centro de los intereses económicos estadounidenses, que necesitan un Asia pacífica y no sometida a la hegemonía china. Pero también estamos asistiendo a la paradoja de que EEUU garantice la seguridad en Asia mientras China se lleva los beneficios económicos. En consecuencia, la política exterior norteamericana pasa por aislar a China de sus vecinos, aunque esta táctica de cerco nunca sea reconocida explícitamente. Por  otro lado, la hegemonía americana en los mares se apoya en la defensa de la libertad de la navegación e incluso del convenio de las Naciones Unidas sobre el derecho del mar. Si alguien amenaza esta normativa, la sospecha no recaerá sobre Washington sino sobre Pekín y su lista de reivindicaciones de islas y archipiélagos.

Con todo,  la principal baza de China, que es también la de Rusia en Europa, es la del diálogo bilateral con sus vecinos, y no con las organizaciones regionales en que están representados. La Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN) nunca será un bloque político-económico que tenga una sola voz frente a China, pues algunos de sus miembros como Laos y Camboya son muy dependientes de Pekín.

El gran instrumento de EEUU para aislar a China es el Trans-Pacific Partnership (TPP), una asociación de ambas riberas del Pacífico y en la que se combinan una dimensión económica librecambista y la defensa de la democracia y los derechos humanos. En la TPP Washington intenta interpretar el papel de campeón de la democracia, pero esto difícilmente se sostiene con la presencia de países como Singapur, Vietnam y Myanmar, que no reúnen las credenciales democráticas, pero que el pragmatismo norteamericano tiene que aceptar en su estrategia de contención hacia China.

¿No recuerda el sueño del Pacífico de Kerry la historia del gigante Gulliver atado mientras dormía por los enanos de la isla?


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