Rusia y la geopolítica de Aleksei Vandam

Después de la II Guerra Mundial se asistió a una proliferación de las organizaciones internacionales, empezando por las Naciones Unidas y siguiendo por las diversas organizaciones regionales o especializadas, en un auge paralelo a la aparición de nuevos Estados independientes. Finalizada la guerra fría, también surgieron numerosos foros de diálogo y consultas de carácter internacional aunque no siempre revistieran el carácter jurídico de organización. Pese a conflictos endémicos y tensiones nacionalistas localizadas en puntos específicos del planeta, se fue afianzando la idea de que la cooperación internacional era el mejor camino hacia la paz. Buscar intereses comunes, al tiempo que los países participaban de similares valores, podía ser la panacea para desviar al mundo de futuras guerras. En nombre del triunfante internacionalismo liberal, muchos se apresuraron a certificar la muerte de la geopolítica tradicional, sobre todo en la Unión Europea. Geopolítica sonaba a determinismo y expansionismo en Karl Kaushofer y Rudolf Kjellen, aunque ninguno de ellos militara en las filas nacionalsocialistas. Ambiciones territoriales y zonas de influencia eran cosas de un pasado que nunca debía volver, dados los amargos recuerdos de la historia europea anterior a 1945. Sin embargo, el siglo XXI nos está mostrando cómo la geopolítica vuelve por sus fueros, sobre todo fuera de Europa aunque los franceses nunca se olvidaron de ella en contraste con algunos de sus vecinos europeos, hechizados por la gran ilusión del pacifismo en la que la democracia y la economía de mercado garantizan de por sí la seguridad. Pero es sabido que la geopolítica actual, a diferencia de la principios del siglo XX, coexiste con las organizaciones internacionales porque pertenecer a ellas no supone olvidar los intereses de los Estados. Antes bien, puede ser una forma más inteligente de gestionarlos. Las organizaciones pueden ser instrumentos de poder antes de que de cooperación interesada. Observemos que en el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas no se dice: “nosotros, los Estados” –ni mucho menos las Potencias- ya que la referencia es a “los pueblos”. Pero lo cierto es que algunos países se aferran tanto al sacrosanto principio de la soberanía estatal, pues es lo que sustenta su ambición de ser potencias globales o regionales.

En el caso de Rusia los signos de autoafirmación son evidentes: oposición al escudo antimisiles norteamericano, reivindicaciones de soberanía en el Ártico, intentos de utilizar los recursos energéticos como arma política… La geopolítica retorna con fuerza en Rusia, sobre todo, si no se tienen los medios suficientes,al tiempo que se descartan procesos de liberalización. para ser una gran potencia económica, por mucho que se forme parte del G 8. Es cierto que la Historia no pasa en balde y hay que tener en cuenta las circunstancias actuales, pero la lectura de algunos clásicos y desconocidos representantes del pensamiento geopolítico ruso no ha quedado desfasada y nos sirve para comprender ciertas constantes de su política exterior y de seguridad.

Tal es el caso del general Aleksei Efimovich Edrikhin, más conocido como Aleksei Vandam, un militar de los últimos tiempos del zarismo que, en 1912, escribió: “Debemos contar sólo con nosotros mismos”. Esta frase encaja con la mentalidad, aunque no siempre con las palabras de sus discursos, de políticos y militares rusos de nuestros días. Es significativo que Vandam tomara su seudónimo de un héroe de la guerra anglo-bóer, pues en 1899 marchó a Sudáfrica para estudiar este conflicto que oponía a unos colonos de origen holandés con el principal adversario de los rusos: el Imperio Británico. Sin embargo, otra hipótesis afirma que el nombre de Vandam procedería de un general de los ejércitos napoleónicos. Pero esta claro que los dos Vandam tenían algo en común: eran enemigos de Gran Bretaña. También nuestro militar veía en británicos y norteamericanos a los adversarios del poder ruso, sobre todo en Extremo Oriente. Por entonces habían asentado sus posiciones en el sur de Asia y en Filipinas respectivamente, y además Londres era aliado de los japoneses que en 1904 había infringido una humillante derrota a los rusos. Sin embargo, en 1907 las circunstancias cambiaron y Rusia se unió a los británicos en la Triple Entente, una ampliación de la alianza ya existente entre rusos y franceses. Quizás esto explique que en 1912 el libro “Nuestra situación” se publicara con el seudónimo de A.E.Vandam, pues allí se señalaba como posibles enemigos a los anglosajones. La obra retomaba el discurso de las potencias marítimas enfrentadas a las continentales y señalaba como dos aliados necesarios a China y Alemania. Por entonces, al final de la era emperadores, China estaba debilitada y humillada por las potencias occidentales y Japón, . La Alemania del Kaiser figura claramente entre los rivales, entre otras cosas por oponerse a los rusos en los Balcanes. Pese a todo, el tiempo daría la razón a Vandam. Nos remitimos a los hechos: tratado de Rapallo entre la Alemania de Weimar y la Rusia soviética (1922); pacto de no agresión entre Hitler y Stalin (1939); el entendimiento inicial entre la China de Mao y la URSS (1949-1960); los intentos de Moscú durante la guerra fría de buscar la neutralidad de la Alemania occidental a cambio de la reunificación con la Alemania comunista… Más recientemente tenemos otros ejemplos: la reconciliación chino-rusa iniciada en tiempos de Gorbachov; la pertenencia de rusos y chinos a la Organización de Cooperación de Shanghai, que agrupa a países de Asia Central y de la que Irán desearía formar parte; y el “eje” formado por Chirac, Schröeder y Putin para oponerse a la guerra de Irak. Triunfaba una geopolítica «euroasianista», que podría revitalizarse dado el creciente interés de Washington por la región de Asia-Pacífico. Las cosas parecen ir mejor con China, donde hay coincidencia de pareceres en el Consejo de Seguridad en lo referente a Siria e Irán, sin olvidar los negocios en el campo de la energía o los armamentos. Sin embargo, una demografía de 140 millones de habitantes juega en contra de Moscú en sus aspiraciones de ser potencia regional asiática.  El veterano ex primer ministro de Singapur y experto estratega, Lee Kuan Yew les recuerda que Siberia, la costa de Vladivostok y las orillas del río Amur serán repoblados por chinos. Toca a los rusos decidir si quieren revertir esa tendencia demográfica.


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