Se cumplen 60 años de la firma del Tratado del Elíseo, suscrito por el presidente Charles de Gaulle y el canciller Konrad Adenauer el 22 de enero de 1963. De este Tratado surgió lo que los franceses llaman la “pareja” francoalemana, y los alemanes el “motor” francoalemán.
Hablar de Europa y remontarse al legado de Jerusalén, Atenas y Roma es un recurso habitual. También se suele hablar de las raíces de la cultura europea que parten del judaísmo, el mundo grecorromano y el cristianismo. Pero muchas de estas referencias se quedan en una visión historicista, que no es capaz de profundizar en lo que le sucede realmente a Europa.
Hace más de tres décadas, el final de la guerra fría y de
la confrontación bipolar trajo como consecuencia el progresivo deterioro de
algunas alianzas. El escenario mundial ya no era el de comunistas y
anticomunistas, de prosoviéticos y proamericanos. La geopolítica tradicional estaba
de vuelta, y con ella, una concepción de las relaciones internacionales en la
que las referencias eran el equilibrio y los intereses.
Un cuarto primer ministro desde 2016, fecha de celebración del referéndum del Brexit, lleva a muchos analistas a relacionar ambas circunstancias y preguntarse si todos los males, principalmente económicos, de Gran Bretaña derivan de que su electorado dio la espalda, por una escasa diferencia de votos, a la UE.
Liz Truss, la nueva primera ministra británica, ha puesto en marcha, incluso antes de asumir el cargo, una campaña de imagen para que la opinión pública llegue a considerarla como otra Margaret Thatcher. No es la imagen que buscó, sin embargo, su predecesora, la también conservadora Theresa May.