Las paradojas de los partidarios de Rusia

La noticia de la detención en España de algunos activistas de la izquierda radical que han combatido al lado de los separatistas del este de Ucrania y han defendido a este bando en las redes sociales, nos plantea una reflexión sobre las paradojas de los partidarios de Rusia en el conflicto ucraniano. Los detenidos se presentaban a sí mismos como representantes de unas nuevas brigadas internacionales y algunos de ellos aparecen en imágenes con la bandera republicana y el conocido eslogan de “No pasarán”. Pero esta recreación “guerricivilista” no se ajusta a la realidad de los hechos, como tampoco el enfoque ideológico de que esos combatientes españoles estarían luchando contra una supuesta expansión del IV Reich en Europa, según ellos mismos alegan.

Esta percepción supone, sin lugar a dudas, aceptar a la Rusia nacionalista de Putin como auténtica sucesora de la Unión Soviética, quizás porque el propio presidente ruso calificara hace algunos años la desaparición de este país de “catástrofe estratégica”. En cualquier caso, se asiste a una mezcla de comunismo y nacionalismo, pese a que Putin no sea comunista y reniegue de la ideología, y no tanto de la geopolítica, de aquel período histórico. El origen de esta interacción de ideologías se remonta a la época de Stalin, que supo combinar hábilmente el nacionalismo ruso con las consignas ideológicas del marxismo-leninismo. Pero otro tanto hizo Mao, mucho más nacionalista que sus adversarios nacionalistas en la guerra civil china, y cuyos sucesores al frente del Partido cultivan el nacionalismo con fervor. ¿Dónde queda entonces el internacionalismo de los nuevos brigadistas ? Lo que está claro es que ven en el gobierno del nacionalista Arseni Yatseniuk una reencarnación del nacionalismo ucraniano enfrentado a Moscú durante la época soviética. Para los brigadistas ese nacionalismo antirruso es el enemigo a abatir, no por nacionalista sino por antirruso. Si además el presidente Poroshenko y el gobierno de Kiev dan la imagen de pro-europeos, también son enemigos porque la UE, léase los burócratas de Bruselas, es la reencarnación perversa del capitalismo global. Para cerrar el tema, una pregunta de difícil respuesta: ¿Poroshenko y Yatseniuk han sido pro-europeos durante toda su carrera política?

Desde el otro lado del espectro político europeo, existen nacionalismos confesos europeos que ven en la Rusia de Putin un sistema que combina los valores de las sociedades tradicionales, incluyendo los del cristianismo ortodoxo, con una afirmación de la propia nación, capaz de enfrentarse a un totalitarismo sin rostro, caracterizado por una burocracia normativista, y que se llamaría globalización. Esta percepción hace estragos en los antiguos países comunistas de Europa central y oriental, que recuperaron no hace tantos años su soberanía nacional y desconfían de la integración europea y prefieren una Europa de los Estados soberanos. Cuenta mucho la dependencia energética que tienen de Moscú, aunque también son “comprensivos” con Putin, pues es una imagen aumentada de su propio soberanismo. Pero hay quien, desde posiciones muy conservadoras, tiene también una perspectiva histórica equivocada, y llega incluso a ver en la Rusia actual un sistema casi similar a los de la Santa Alianza, con armonización incluida entre el trono y el altar. Una especie de sistema perfecto entre lo político y lo religioso. No deja de ser una ilusión en el siglo XXI, aunque también demostró serlo en el XIX, entre otras cosas porque el fundador del cristianismo dijo que su reino no era de este mundo.


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