John Kerry y el final de la doctrina Monroe

Desde su tribuna en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA) , en Washington, el secretario de Estado, John Kerry proclamó oficialmente el fin de la doctrina Monroe en las relaciones EEUU-América Latina. Ciento noventa años después de la formulación de la doctrina, en diciembre de 1823, y que se resume en la conocida frase “América, para los americanos”, ¿puede afirmarse que esto es realmente cierto?

El quinto presidente estadounidense, James Monroe, se oponía a cualquier interferencia de las potencias europeas en el hemisferio occidental en contra de la soberanía e independencia de los países que habían pertenecido al imperio español. Con el paso del tiempo, la declaración de Monroe sería percibida como una especie de “carta blanca” para extender la influencia de EEUU al sur de Río Grande. De hecho, la guerra con España de 1898, a la que siguió la independencia de Panamá y la consiguiente construcción del canal transoceánico, marcó el inicio de una serie de intervenciones directas en América Central y el Caribe para salvaguardar sus intereses económicos y políticos norteamericanos. Por lo demás, la fundación de la OEA en 1947 contribuyó aún más a la percepción de la vigencia de la doctrina Monroe, pues eran los años de la guerra fría y Washington temía las injerencias soviéticas en el hemisferio occidental. Estos temores se confirmaron con la revolución castrista y la crisis de los misiles de Cuba en 1962. La lógica de la guerra fría también se impuso en el apoyo de Washington a las dictaduras militares latinoamericanas, consideradas un contrapeso a guerrillas izquierdistas fomentadas por La Habana y Moscú.

La estrategia de EEUU cambió a partir de la presidencia de Reagan. Este presidente apoyó la democratización del cono sur y de Centroamérica, al considerar que el radicalismo político se combatía mejor con la democracia que con los fusiles. El final de la guerra fría le dio la razón y siguieron unos años de auge de la democracia, unido al del neoliberalismo económico. Más tarde llegarían las decepciones del electorado, con la crisis de los partidos tradicionales y la llegada de populismos de toda clase en los inicios del siglo XXI. Entonces empezó a demostrarse que la democracia y el Estado de Derecho no necesariamente van juntos.

Por lo demás, la posguerra fría marcó el comienzo de un cierto desinterés de Washington por los países de su continente. Oriente Medio, primero, y Asia, después, se convirtieron en sus focos geopolíticos de prioridad. Ese desinterés contribuyó a la progresiva pérdida de peso específico de la OEA, y el vacío se llenaría progresivamente con el surgimiento de  una constelación de organizaciones o foros subregionales: MERCOSUR, ALBA, UNASUR, CELAC… Todos ellos tienen en común la voluntad de distanciamiento de Washington, lo que explica que estas iniciativas sean presentadas como una recuperación de la soberanía e integración latinoamericanas. Si a esto añadimos una progresiva presencia en la región de China, Rusia e Irán, cuyo empuje es de momento más económico que político, entenderemos que la proclamación de Kerry sobre el final de la doctrina Monroe, no haya despertado ninguna emoción, o reacción, de las cancillerías latinoamericanas, a excepción de los aplausos protocolarios de sus representantes en la OEA.

Las palabras de Kerry persiguen, sin duda, un efecto conciliador con los vecinos latinoamericanos, molestos por las revelaciones de Snowden sobre el espionaje a jefes de Estado de la región. Lo que pasa es que algunos no acaban de creer el mensaje, pues no han olvidado que, en el pasado mes de abril, Kerry declaraba, ante el Congreso, que América Latina es “el patio trasero de su país”. Habría que entender esas palabras dentro de su contexto. En realidad, el secretario de Estado defendía una mayor presencia de Washington en la región con una utilización mayor del soft power, el método que define las relaciones internacionales ideales de nuestro tiempo. En cualquier caso, el político americano mostraba entonces cierta preocupación por el futuro de las relaciones entre EEUU y sus vecinos. Acaso influya también su experiencia personal al estar casado con una brasileña.

Kerry estaría defendiendo el fin de una doctrina intervencionista y preconizando unas relaciones en pie de igualdad, con valores e intereses compartidos. Se mostró orgulloso, en su discurso, de la trayectoria democrática del hemisferio occidental americano, y en particular de la Carta Democrática Interamericana, cuyo objetivo principal es “el fortalecimiento y preservación de la estabilidad democrática”, y que fue aprobada por la OEA el 11 de septiembre de 2001. Eran los tiempos en que Bush soñaba un tratado de libre comercio de las Américas. Los nacionalismos populistas latinoamericanos se lo llevaron por delante, además de contribuir a la defunción de la vieja doctrina Monroe.


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