El retorno del general Petraeus

Cinco meses después de su dimisión como director general de la CIA, el general David Petraeus ha dado señales de volver a la vida pública al pedir disculpas por el daño que habría causado a su familia y a otras personas por una relación extramatrimonial con su biógrafa, Paula Broadwell, qeurer supo alimentar en beneficio propio la enorme autoestima de un general de cuatro estrellas, al que algunos medios comparaban con las grandes figuras militares de la historia americana. Muchos ven en este retorno de Petraeus el primer paso para una carrera política, frustrada no sólo por el escándalo sino incluso por la promoción del general por Obama a director de la inteligencia americana, una manera de apartarle de sus supuestas ambiciones  para encabezar una candidatura presidencial por el partido republicano. La carrera presidencial de 2016 queda aún lejana, pero se especula que Petraeus podría presentarse a gobernador por Louisiana. En cualquier caso, el general pretende  recuperar su imagen de héroe de guerra, y parece que no se conformará con las ofertas docentes y empresariales que le llegan últimamente.

Para muchos americanos, Petraeus es el hombre que consiguió que Irak no se transformara en otro Vietnam, el militar que consiguió revertir la situación de hostilidad hacia los americanos en un país ocupado y convirtió a los sunníes de Irak en aliados en la lucha contra el enemigo común, los islamistas de Al Qaeda. Supo ganar los corazones y las mentes de gente hasta entonces enemiga al presentar a los islamistas como radicales y extranjeros, aunque el dinero también formó parte de su estrategia, pues, después de todo, es también una forma de munición, según aseguraba David Galula, un militar francés veterano de la guerra de Argelia, y que escribió un manual de contrainsurgencia muy apreciado por Petraeus. Otra de sus lecturas favoritas fue la novela de Jean Latérguy, Los centuriones, que también tiene por escenario el conflicto argelino. Con todo, allí no podía haber nunca victoria final pues los factores políticos superaban por completo a los militares

La Historia asociará el nombre del general Petraeus a la lucha antiguerrillera y le recordará por haber desmentido en tierras de Mesopotamia aquel dicho, atribuido a Lawrence de Arabia, de que combatir a una guerrilla se parece a tomar la sopa con un tenedor. Sin embargo, el general no obtuvo los mismos resultados al hacerse cargo de las operaciones en Afganistán, aunque está por demostrar que su fracaso se deba a que el presidente Obama anunciara con antelación la salida de las tropas de combate americanas del país asiático. Muchos expertos creen que la estrategia de Irak no podía funcionar en Afganistán, donde el gobierno es débil y proliferan las acusaciones de corrupción, aunque el principal inconveniente es que los talibanes no son un ejército de extranjeros como Al Qaeda, y cuentan con muchos partidarios entre la mayoritaria etnia de los pastunes.

Con el segundo mandato de la presidencia de Obama, las operaciones de contrainsurgencia han pasado a un segundo plano en la política de seguridad. Desde el momento en que se renuncia a los riesgos de desplegar tropas sobre el terreno y aumenta el uso de los drones para operaciones puntuales contra el islamismo radical,  se está pretendiendo alejar los fantasmas de Vietnam, Irak y Afganistán, que han pasado a ser el paradigma de los conflictos inútiles. Ya no hay lugar para cruzadas democráticas ni ligas de las democracias contra los regímenes autoritarios. Vuelve la diplomacia tradicional de un mundo compartimentado entre grandes potencias, aunque de momento sólo hay una superpotencia, EEUU, cuyo liderazgo está dejando de de ser indiscutible. Vuelve la política de contención,  cuyo ejemplo más destacado es el tablero geopolítico de aliados de Washington que rodea a China, y que hace de EEUU una gran potencia del Pacífico.

En tales circunstancias, ¿qué podría alegar un Petraeus, supuesto candidato republicano, contra la política exterior de Obama?  Le reprocharía que el “liderazgo desde atrás”, presente en Libia, Siria y otros escenarios de Oriente Medio, esté contribuyendo a erosionar la credibilidad de EEUU como gran potencia en todo el mundo. Sea o no correcta esta percepción, lo que sí es cierto es la imagen de declive de la hegemonía americana que se está transmitiendo, y lo peor es que son muchos los que piensan que no estamos ante un tipo de smart diplomacy, tal y como se asegura en la Administración Obama.  Pero las posibilidades de Petraeus son reducidas, no sólo por los rivales republicanos con menos pasado a sus espaldas. También porque los héroes victoriosos se vuelven pragmáticos cuando llegan al poder, como le sucedió a Eisenhower. Y para ser Eisenhower, que le temía más al déficit que al comunismo, ya está Obama, que está encantado de asumir el perfil de aquel presidente republicano, tal y como hiciera con Lincoln y Roosevelt en los meses previos a su primer mandato en la Casa Blanca.

 


Comments are closed.