Susan Rice y la política exterior de Obama

Susan Rice, embajadora americana en la ONU, fue la primera candidata de Obama para la secretaría de Estado en sustitución de Hilary Clinton. Las principales objeciones al nombramiento procedían del senador McCain, muy crítico con la comparecencia de prensa de Rice tras el asalto al consulado americano en Bengasi, y en la señora Rice  atribuyó los hechos a una manifestación espontánea, y no a un plan premeditado. Finalmente el designado sería el senador demócrata John Kerry, un ex candidato presidencial, con más experiencia sobre el terreno en política exterior, además de un ser un veterano de Vietnam, aunque con una visión muy crítica sobre la necesidad de que EEUU se implique en conflictos lejanos.

¿Por qué muchos republicanos se oponían a la designación de Susan Rice? No creemos que fuera por racismo, por rechazo expreso a una secretaria de Estado negra, tal y como subrayaron malintencionadamente políticos demócratas y medios afines. Ni siquiera podría afirmarse con rotundidad que la oposición republicana se debiera a la gestión por la embajadora de los sucesos de Bengasi. De hecho, Obama se apresuró a exculpar a Rice porque ella sólo se habría limitado a repetir los informes iniciales de la inteligencia americana. En el fondo, la verdadera causa que llevó a muchos políticos republicanos, y en especial a McCain, a reprobar a Rice es la creencia de que su futura trayectoria marcaría la consagración de la política exterior de Obama, con la que están radicalmente en desacuerdo. Y si bien no Rice no estará en el nuevo gabinete, la designación del senador republicano Chuck Hagel para la secretaría de Defensa, sumada a la de Kerry en la secretaría de Estado, marcará la consolidación de las tendencias de política exterior favorecidas por el presidente.

No está de más, sin embargo, echar un vistazo al enfoque exterior de Susan Rice, que nos puede ayudar a comprender la etapa histórica que ahora comienza. Las ideas de Rice sobre diplomacia fueron ya expuestas en 2008, en plena campaña electoral demócrata, en un documento conocido como la Iniciativa de Phoenix, prologado por la propia embajadora. Este texto marca un rechazo de la diplomacia clásica, pues no apuesta por la contención de los adversarios ni por el establecimiento de compromisos formales con los afines. No es un enfoque de política exterior que renuncie a las alianzas tradicionales, pero considera que existen otras formas de compromisos más flexibles. Es una diplomacia que no se ajusta a los patrones del realismo desencarnado y tampoco asume un idealismo liberal, aunque participe de su retórica. Quizás podríamos definirla como una diplomacia post-realista, que no sólo ha superado la guerra fría y la guerra contra el terrorismo, iniciada por George W. Bush, sino que parte de la convicción de que vivimos un momento histórico de post-hegemonía americana. En cambio, los republicanos, con McCain a la cabeza, siguen teniendo una percepción que insiste en el papel de EEUU como potencia global y en que el siglo XXI también habrá de ser un siglo americano.

La visión de Susan Rice es muy próxima a lo que conocemos como seguridad cooperativa, sobre todo en temas como el terrorismo, la proliferación nuclear o el cambio climático. Piensa que las amenazas de hoy son más difusas que en el pasado. No consisten tanto en la amenaza de una potencia contra otra, y hay que buscar socios en todas partes para combatir retos de alcance global. Probablemente el post-realismo, que vemos en la política exterior de Obama, no contempla la opción de la guerra en términos convencionales. Le interesa más la lucha contra el terrorismo, y así ha enfocado el conflicto de Afganistán. Si allí se ha neutralizado a Al Qaeda, carece de sentido continuar indefinidamente la lucha por edificar un sistema democrático en un país de difícil estabilidad. Del mismo modo, el uso de aviones no tripulados en Pakistán, Yemen u otros lugares, tampoco es considerado una acción bélica sino un método menos arriesgado de combatir a los terroristas.

Podríamos afirmar que el post-realismo no contempla el mundo como un tablero de ajedrez sino como una variante del juego del go, con arraigo en China, Corea y Japón, con reglas simples y estrategias complejas. Es un juego de piedrecitas que pueden colocarse juntas o separadas. Las dos opciones tienen sus ventajas y hay que llegar a un equilibrio entre ambas y combinar una estrategia ofensiva con otra defensiva. Acaso tenga relación con ese juego la estrategia del “liderazgo desde atrás”, empleada en la guerra de Libia según uno de los asesores presidenciales, aunque Obama nunca haya usado semejante expresión. De eso puede saber bastante Richard Miniter, periodista del New York Times, que ha intentado estudiar en un libro el liderazgo de Obama, al que no considera un líder visionario sino alguien a menudo indeciso y condicionado por las consideraciones políticas del momento.

 


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